jueves, 14 de junio de 2018

Ética

Madre mía, a qué velocidad nos movemos. Antes necesitábamos años para ver qué pasaba en una serie, y a veces ni eso, porque por ejemplo, en La Casa de la Pradera ¿llegó a pasar algo alguna vez?

Ahora nos vemos tres temporadas en un fin de semana.

Lo increíble es que ya nos pasa lo mismo en la vida real. Antes había altos mandatarios que duraban 40 años o seleccionadores que estuvieron ahí 27 años y ahora duran 10 minutos. Y en todos los casos suele haber un problema de ética, o mejor dicho, de falta de ética. Y yo creo que es porque el problema está en la base. La Ética que se da en el colegio (si es que se sigue dando) se refiere a Sócrates o a Platón. Pero no hablan de honestidad, nobleza u honor.

Y claro, así nos va.

Las personas de este siglo, da igual que manejen gobiernos, empresas, equipos de fútbol o simples padres de familia sin más, hablan 3 idiomas, han viajado por todo el mundo, tienen unos conocimientos y una preparación muy superior a la que necesitan, pero muchas veces les faltan escrúpulos.  Seguro que conocéis algún caso.

Bueno, disculpad la rabieta, pero a todo lo acontecido ayer, sumé que una persona con la que había llegado a un acuerdo cerrado con un apretón de manos, me defraudó.

Lo bueno es que no forma parte de esta panda de amiguetes que formamos la Peña, así que, como nos va a tocar esta noche, no me va a dar ninguna pena saludarle desde mi Ferrari nuevo. Porque en realidad ¿cuál es el único objetivo de la lotería? No. No es que nos toque. Es generar envidia entre los que no jugaban.

Insistimos con las mismas combinaciones



Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
La verdad es que nunca
me compraría un Ferrari

jueves, 7 de junio de 2018

Rayito

No sé si alguna vez os he hablado de Rayito.

El Puente de Vallecas, como tantos otros barrios de Madrid, forja su esencia y su identidad a base de historias de personas humildes, que mucha gente no puede creer ni que existan. Si acaso, en las novelas del s XIX.

Pero Rayito sí existe. Yo me he cruzado con él un montón de veces en el banco. Porque al final, los dos tenemos que pasar por allí en algún momento a llevar la recaudación.

Rayito es un payaso. No tan bueno como Fofó (otro ilustre del barrio). Otro estilo. Es un hombre que estará más cerca de los 80 que de los 70. Vivía con una mujer que hace tiempo que no veo. Y vivían en una habitación alquilada. Lo sé porque al final son muchas horas de espera en el banco y uno oye hasta lo que no le interesa.

Tiene dos trajes de payaso bastante descoloridos porque entre ambos también sumarán 80 años. Una silla y un cartel. El cartel dice algo así como: “Ayúdame. Soy Rayito. El payaso de Vallecas”.

Hace años le veía casi a diario. Se le podía encontrar sentado en la Av. Albufera (a la altura de El Brillante más o menos).

En los buenos tiempos se le veía con su traje, su cara maquillada y su sonrisa dibujada, esperando recibir alguna limosna. Solía saludar a los niños, aunque generaba más miedo que carcajadas.

Luego vino la crisis. Las vacas flacas lo son para todos, pero para los payasos pedigüeños quizá lo sean aún más.

Ya no se le veía con la misma frecuencia. Y no era fácil verle con el kit completo. Lo normal era verle con el uniforme (porque en su caso no es un disfraz), pero con la cara lavada. En alguna ocasión le oí decir que el maquillaje le costaba mucho dinero. Quizá por eso a veces estaba dos y hasta tres días seguidos en el mismo sitio y con los colores corridos. Estoy seguro de que dormía con la cara pintada para ahorrar tiempo y sobre todo dinero.

Yo le he visto con todas las combinaciones posibles: el traje, la pintura y el cartel. El traje, pero la cara sin pintar. La cara pintada, vestido con pantalón y camisa, y el cartel. E incluso a veces llamaba la atención verle vestido de persona normal, con la cara lavada y el cartel de “Soy Rayito”.

Hace unos meses pregunté por él. Hacía tiempo que no le veía y me dijeron que había encontrado una habitación más barata, pero en otro sitio. Y ahí quedó la cosa.

Hasta ayer, que le volví a ver. Me dio alegría verle y además me arrancó una carcajada.

No sé si su mujer sigue viviendo, pero daba la sensación de haber cambiado de manager: para empezar, le vi en la calle Serrano (esquina Ayala, Hermosilla, o una de esas). Mucho más rentable que el Puente, dónde va a parar. Y le vi realizando una nueva disciplina: la estatua.

Le vi desde el coche. Yo estaba parado en el semáforo y él en la acera subido como a un pedestal, se colocó como si fuese a echar a andar. Ahí quieto. Lo cachondo es que en esa posición se encendió un cigarrillo y echó por lo menos tres caladas en el tiempo que estuve observándole. Nunca he visto una estatua tan “nerviosa”. Y la verdad es que me hizo reír y me animó a escribir sobre él.

Me alegré de verle en plena forma. Y por supuesto, con su cartel de Rayito.

Así que, tengo que reconocer que nunca le eché ninguna moneda, pero hoy le voy a guardar una participación.

Como no me voy a ir a buscarle, vosotros sois testigos de que si nos toca lo que sea en La Primitiva de hoy jueves o en la del sábado, Rayito tiene que cobrar su parte.

Estos son los números, que ya os los teníais que saber de memoria
Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
Vuestro rayito de esperanza

jueves, 24 de mayo de 2018

Amigos

Buenas tardes.

Empezamos a jugar ya esta tarde, por eso os envío las combinaciones hoy. Os la tengo que enviar deprisa y corriendo, y no me da tiempo a extenderme, porque he tenido un día complicadillo. Y me da pena hacerlo así hoy precisamente, porque otros días no tengo claro de qué hablar y pierdo tiempo buscando un tema. Pero es que ayer tuvimos Junta de Vecinos. Y joé, eso da para que corran ríos de tinta. El civismo, la educación, lo que les gusta a algunos escucharse a sí mismos… Pero hoy no es el día, que voy pillado.

Lo que sí me gustaría aclarar es que estos escritos que os envío tienen un carácter informativo y sobre todo, informal. Quiero decir, las combinaciones siempre están publicadas en la página web oficial (cutre, pero oficial) que es www.lapresilla.biz

Esto lo envío por divertimento mío y en algunas ocasiones, también vuestro. Vamos, que os considero a todos amigos.

Lo digo porque me he puesto en manos de un despacho de abogados porque por lo visto, a partir de mañana día 25, hay que tener unas medidas increíbles de cara al tratamiento de los datos de los clientes. Y es que me da hasta miedo mandaros estos chascarrillos semanales. Por eso y hasta que me digan cómo debo actuar (es posible que os tenga que pedir permiso para seguir enviando esta chorrada), quiero que sepáis que os lo envío como amigo aunque a algunos (pocos) no os conozca personalmente. Pero el tratamiento que siempre he intentado darle a esto es más de amistad que una relación clientelar.

Sí, sí… una tontería, pero me han llegado a contar que hay gente que va a un local, entrega un currículum para solicitar trabajo y al día siguiente vuelve, pregunta si tienen su currículum y denuncia a la empresa por manejar sus datos sin un consentimiento suyo escrito.

Lo que hablaba de la Junta de Vecinos: el género humano, que nunca sabes hasta dónde puede llegar.

Mientras tanto, quizá nos toque esta noche La Primitiva y veamos la vida de otra manera



Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
Hoy amigos.
Mañana, vecinos en Kiri.


martes, 10 de abril de 2018

Disfrutemos de tonterías. Sem. 14

Nuestro botín de Semana Santa: 40 céntimos.

 

Como sabéis, siempre busco alguna noticia o algún suceso para escribiros la chorradilla semanal. Pero esta vez no lo he buscado. Me ha llegado sola. Resulta que el otro día escribí una cosilla en Facebook y me respondió un amigo enviándome un artículo que me gustó mucho. Tanto que me parecía un plagio coger un poquito de aquí y otro poquito de allá, así que he decidido que ya que plagio, lo hago bien. Os lo paso enterito.

 

Pero antes, eso sí, el objeto de este mensaje: las combinaciones de esta semana

 

 

Rodéate de gente que disfruta fácilmente (incluso de las modas)

Publicado por Kiko Llaneras
 
Aunque es frecuente criticar las modas arbitrarias —como el vermú, la nostalgia o las bicis sin cambio—, yo creo que disfrutar de «tonterías» es una enorme virtud.
Pensemos en el verano. Criticamos a la gente por leer el nuevo de Millenium, por viajar a Benidorm, o por compartir fotos de gin-tonics con cardamomo. Criticamos a los tipos de treinta que deciden hacerse runners y a las chicas que se disfrazan de tenista para jugar un día al pádel. Incluso he visto criticar a esos turistas que recorren Madrid con un telescopio de hacerse selfies, que efectivamente van haciendo el ridículo, pero muertos de risa.
En realidad, estas personas han intuido una verdad primigenia: que a la vida se viene a pasar el rato. Y si uno acepta esa premisa, aunque sea un poco, entonces disfrutar de cosas intrascendentes es una virtud. Porque esas son las cosas que tenemos más a mano: ciertos paisajes, ciertas personas, algunos libros y algunas habitaciones, que decía James Salter. Por eso me gustan las personas que disfrutan de tonterías y hasta de las modas, sacando fotos del atardecer o leyendo revistas con textos muy largos.
En esencia, me gusta la gente que disfruta fácilmente.
Me gustan los fanáticos del vermú, incluso si antes nunca lo bebían y ahora resulta que sí.
Me gustan las chicas que viajan con una lista de «Las diez cosas que ver en Nueva York» y disfrutan íntimamente de ir tachando hasta dejar la ciudad como el planeta de los simios.
Me gustan los optimistas, como aquel amigo que los días nublados sale de casa sin paraguas porque quizás no llueva.
Me gustan los perseguidores de casualidades. Esas personas que al conocerte buscan a alguien que podáis conocer los dos. Si eres de Valencia, te informan de que conocen a un tipo de allí; si eres ingeniero, te dicen que su hermana también y que es rubia y se llama Ana y mide más o menos así —y entonces levantan la mano a media altura—. Son personas dedicadas a encontrar los lazos invisibles que nos unen. Que nunca desfallecen aunque casi nunca tienen éxito. Pero los rarísimos días en que descubren una conexión dan un saltito y les brillan los ojos. Felices.
Me gusta la gente de fútbol porque es intrascendente y por eso disfrutarlo es puro genio. Ya lo resumió Jabois: «Hay pocas cosas más felices y divertidas que ser madridista. Yo no las conozco».
Me gusta mi hermano porque cuando le preguntas si quiere desayunar te dice que quiere palomitas.
Me gustan las personas del poema de Borges:
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Me gusta la gente que odiaba cortar el césped y se ha apuntado a un huerto urbano, los que van dos veces a ver la misma película, quienes escuchan Interstellar pensando en el espacio y quienes escriben con estilográficas de distintos colores, siguiendo unas reglas arbitrarias pero muy importantes.
Lo diré otra vez: disfrutar fácilmente me parece una virtud y por eso respeto las modas. Y no me importa si son mainstream o hipster. Si alguien es feliz yendo de despedida a Ibiza, memorizando a Melville, leyendo El capital de Piketty o poniendo frases de azucarillo en su Facebook, todo me parece bien.
Lo extraño es lo contrario: pretender juzgar los pasatiempos ajenos. Y es que el día menos pensado se te aparece alguien diciendo: «Oiga, disfruta usted mal», y a ver cómo le explicas que su opinión al respecto no importa en lo más mínimo.
                                                                                                                                                                                            * * *
Me siento identificado en un montón de párrafos.


Víctor M. de Francisco
Perseguidor de casualidades
LA PRESILLA

Caído del cielo

Una vez mi hermano, siendo muy pequeño, cogió una piedra bien gorda y la lanzó para arriba con todas sus fuerzas gritando: “las cosas que caen del cielo no hacen daño”...

...5 puntos de sutura hubo que darle. Pobrecillo.

Me he acordado de aquello porque últimamente están cayendo cosas muy raras del cielo.

Y no me refiero solo a la nieve que ha caído en Madrid esta semana, que ya es raro. Es que el otro día en Pamplona, cayó una merluza congelada y rompió el parabrisas de un coche.

De verdad, no es coña. Buscadlo en internet.

Pero no queda ahí la cosa. Hace unos días, en Yakutia, que por lo visto es la zona más fría de Rusia (madre mía, cómo será), empezaron a caer lingotes de plata y de oro desde un avión. Dicen que fue un problema con el fuselaje, pero suena más a complot de historia de mafias. Vete tú a saber...

En fin, que con tanta precipitación, quién me dice a mí que no nos pueden caer a nosotros los 13,6 millones de Bote que hay en El Gordo de La Primitiva este domingo.

Que sepáis que este mensaje vale también para la semana que viene, en la que vamos a jugar desde el lunes y hasta el sábado la misma combinación a la Bono Loto, porque estoy fuera de Madrid y así me despreocupo.

Por cierto, vuelvo la semana que viene en avión. Espero que no se caiga.


Ciencia

Pues por unos motivos o por otros, esta sin duda está siendo la semana de la Ciencia y de los Números.

Primero porque el miércoles fue el Día Internacional del Número Pi (π ) (me ha costado 2 horas encontrar el simbolito en el teclado). Todos sabéis que en el modelo de fecha internacional, el mes va a antes que los días, por eso el miércoles fue 3.14. De ahí lo del Día del Número Pi, del que hablaremos otro día, que hoy voy volao.

Pero es que además esta semana ha terminado de morir Stephen Hawking, admirado hasta el extremo por todos nosotros aunque ninguno entendamos ni papa de lo que dice. Yo solo sé que hablaba de agujeros negros y en ese campo, no creo que este hombre tuviera más experiencia que nosotros. Vamos, dime tú a mí si apostar alrededor de 300€ semanales durante no sé cuántos años ya, y no conseguir acertar prácticamente nada, no es estar inmerso en un agujero negro de dimensiones infinitas.

Y ahí va a estar nuestra grandeza. Que vamos a demostrar que de los agujeros negros también se sale. Ya lo veréis.

Como os digo, está siendo la Semana de los Números y todavía tienen que ocurrir más acontecimientos relacionados con ellos. Por ejemplo, se podía producir una compensación merecida: la semana pasada, de 17 números que llevábamos, no acertamos ni uno, así que esta semana, los podíamos acertar todos. ¿no creéis?


Ahora en serio, la Semana de la Ciencia suele caer allá por octubre más o menos, pero yo no quiero esperar tanto. A ver si el domingo nos llevamos una alegría.



Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
Hasta los (pi) de no acertar nunca.

Galletas

No nos toca nada (bueno, la semana pasada 90 céntimos) y nos sentimos pobres, desgraciados, poco afortunados. Pero no es así. Las cosas no siempre son como creemos que son.

Os voy a contar una historia.

Fue en el aeropuerto Madrid Barajas cuando todavía se llamaba solo así. Un día de estos de huelga de controladores aéreos, que provocan unos retrasos insufribles.

Una muchacha aburrida, decidió comprar un paquete de galletas en una de las tiendas de la Terminal.

Cuando regresó a su asiento en una de las salas de espera próxima al embarque, buscó entretenimiento en su libro, que estaba muy interesante. A su lado se sentó un hombre que sacó una revista y también comenzó a leer.

Cuando ella cogió la primera galleta, el hombre también tomó una. Ella se sintió violenta, pero le dio vergüenza decirle nada. Y continuó leyendo.

Al rato se repitió la situación. Ella cogió una galleta y él, con total naturalidad, cogió otra. No se atrevía a decirle nada, pero su indignación hacía que no pudiera concentrarse y que volviera a leer el mismo párrafo una y otra vez sin saber lo que estaba leyendo.

Cada vez que ella tomaba una galleta, él cogía otra.

Estaba enfurecida. “Me están entrando ganas de meterle un puñetazo en el ojo” pensaba. De hecho, a punto estuvo de darle con el libro en la cabeza una de las veces que el tío descarado volvió a meter la mano en el paquete de galletas.

Así estuvieron hasta que tan solo quedó una. La chica, que aunque seguía mirando al libro, ya había abandonado por completo la lectura, pensó “queda una, a ver qué hace el sinvergüenza este”. Y no penséis que el hombre se acobardó. Todo lo contrario. Cogió la última, la partió por la mitad, se comió media sin inmutarse y dejó ahí la otra media.

La chica, a la que no le he puesto nombre, estaba enfurecida. Le iba a decir algo, cuando por fin anunciaron su vuelo.

Relajada, se sentó en su asiento, ya en el interior del avión, abrió el bolso para guardar su tarjeta de embarque y cuál fue su sorpresa cuando vio allí dentro su paquete de galletas intacto. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el hombre había compartido sus galletas con ella sin sentirse indignado, nervioso ni enfurecido. Sintió vergüenza…

Ya no había tiempo para disculpas, ni explicaciones. Él iba en otro vuelo.

¿Cuántas veces nos comemos las galletas de los demás? ¿Cuántas veces interpretamos la realidad al revés de cómo es? ¿Cuántas veces pensamos que somos unos desgraciados o que no tenemos suerte? Y ya que me he venido arriba haciendo preguntas ¿Cuándo coño nos va a tocar El Gordo de la Primitiva?

No somos desgraciados. Tenemos mucha suerte. Somos unos afortunados pase lo que pase con estas dos combinaciones


Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
Millones como rosquillas