jueves, 17 de diciembre de 2020

Federico

 Faltan dos semanas para que termine el año.

 

Sabéis que cada semana trato de contaros cualquier tontería que os haga olvidar que soy malísimo eligiendo los dichosos numeritos.

 

A lo largo del año os he hablado de lugares, de hechos históricos, de personas... Y me encanta cuando alguna vez alguien me escribe diciendo que le he arrancado una sonrisa. Pero sin embargo, hoy voy a ponerme serio porque llevo tiempo pensando que debería dedicar un post a Federico y a toda esta maldita situación que estamos viviendo.

 

Hablamos de números, de estrellas o de combinaciones, pero no nos damos cuenta de que la verdadera suerte es que no nos pase nada. Que sigamos con nuestras rutinas y que veamos las cifras de fallecidos simplemente como una mera estadística.

 

Cuando mi hija empezó Educación Infantil en el colegio (este año termina Bachillerato), no recuerdo qué día ni por qué (aunque no soy yo de necesitar muchos motivos), decidimos tomarnos un café al dejar a las niñas. Al día siguiente repetimos. Y al día siguiente y al siguiente. Acabamos formando un grupo de cuatro personas (Carlos, Javi, Federico y yo) al que de vez en cuando se unía alguien.

 

Cada mañana de colegio durante 10 años, hemos “arreglado el país”, nos hemos picado con los resultados de nuestros equipos de fútbol (éramos 2 contra 2), hemos reído e incluso se nos ha escapado más de una lagrimilla, siempre alrededor de unos cafés.

 

Bueno, siempre no. Porque la tradición obligaba a que el último día de colegio antes de Navidad y el último de día de curso, el desayuno debía consistir en unos huevos fritos con patatas y jamón. Esos seguramente habrían tocado un día como hoy.

 

Pero ya nunca más podrá ser, porque este maldito coronavirus se llevó a Federico en el momento de mayor desconocimiento y crudeza de la situación.

 

Disculpad el tono grave de hoy, que además no hay manera de relacionar esta vez con las combinaciones que aparecen más abajo. Además, no es el primer miembro de la Peña que nos deja. Estoy pensando en el queridísimo (también por muchos de los que estáis ahí) Pepe. Pero es que hoy sentía la necesidad de tomarme esos huevos fritos, aunque sea de esta manera tan rara.

 

Lo dicho. Os dejo las combinaciones en las que por cierto, jugamos un par de décimos de Navidad.

 

 

 

 

 

 

viernes, 11 de diciembre de 2020

VALORACIONES

 Vivimos en una sociedad en la que todo necesita ser valorado. Y sinceramente, a mí eso no me gusta nada.

 

Reconozco que hay determinados sectores en los que la valoración es muy útil. Por ejemplo, si vamos a un restaurante o a un hotel, la valoración de los clientes sobre aspectos como la limpieza, la calidad, etc. la verdad es que vienen muy bien.

 

Pero hay otros tipos de valoraciones que a mí me ra… (venga, me la juego: con ll) me rallan un montón. Y son las evaluaciones que se hacen más para penalizar al trabajador/a que para dar una idea de cómo es la empresa. Seguro que os ha pasado que después de una conversación telefónica, el otro interlocutor ha terminado la conversación diciéndote: “ahora saldrá una breve encuesta, pero cualquier nota por debajo del 9 es un suspenso para mí”. Pero ¿esto qué es? ¿Que un 8 es un suspenso? Además, si lo único que me has dicho es que apague el router y lo vuelva a encender. ¿Cómo se puede valorar eso?

 

Estos últimos años (yo creo que gracias a Dios ya lo han quitado) cuando ibas al Hipercor, antes de pagar tenías que pulsar cara triste, normal o contenta en función de cómo te habían tratado. Al final descubrí que abajo en pequeñito había un botón que decía que renunciabas a contestar. Y es que ese tipo de encuestas, no hacía ningún bien a la persona que te había atendido. Simplemente, si se ponía la cara contenta, que era lo que hacía todo el mundo por la vergüenza de puntuar mientras te estaban mirando, el centro podía alardear de la magnífica calidad que ofrece. Y si se pone la cara triste, porque en ese momento el que te ha atendido está contigo y a la vez, resolviendo un par de marrones que le han caído, pues aumentan sus posibilidades de ser despedido en momentos de reducción de personal, y además con la prueba objetiva de la valoración de los clientes.

 

En nuestro caso, yo sé con bastante precisión dónde estamos: Ali tiene un carácter más bien seco, en ocasiones incluso amargo (en toda aldea tiene que haber un pitufo gruñón), pero es como un reloj. A Paloma a veces le falta un poco de velocidad en ventanilla, pero porque es un amor. Si viene una persona mayor, le ayuda. Si es alguien con problemas, le escucha. Si vienen con perro, les da una chuche…  Jesús el pobre hombre, acaba de empezar a trabajar con nosotros y va aprendiendo el oficio a base de darse trastazos. Pero de todos sale victorioso y lo más importante, sacándole una sonrisa al cliente. Y yo soy tan desordenado que mi mesa, en vez de una mesa de trabajo, parece un monumento conmemorativo al huracán Katrina, pero aunque esté mal que hable de mí mismo, soy como la impresora, multifunción.

 

Es verdad que de vez en cuando recibimos por Google buenas valoraciones, que sinceramente no me afectan ni la quinta parte de lo que me afectan las que son negativas. Esas sí que duelen. Porque creo que las cuatro personas que formamos La Presilla damos el 100% (es una chorrada eso de dar el 120%, porque no se puede dar por encima del máximo).

 

En resumen, que entre los cuatro sacamos una carga de trabajo en estas fechas, impropia de un comercio pequeño como el nuestro. Y que yo tengo mi propio patrón de valoraciones: os parecerá una chorrada, pero el “hasta mañana” de un cliente, la conversación anual de minuto y medio con gente de Barcelona, Lugo, Málaga, Palencia, Fuerteventura o cualquier otro punto de España, con la que increíblemente se establecen lazos de microamistad, o la viejecilla que te da el monedero y te dice “anda hijo, cógeme tú el dinero que sea, que yo de vosotros me fío”son valoraciones que al menos a mí, me reconfortan infinitamente más que las estrellas que nos puedan dar en Facebook.

 

Hablando de estrellas, no me importaría que esta noche salieran el 2 y el 8 en las estrellas de Euromillones. Y ya puestos, que saliera el 8, el 16, el 17, el 39 y el 43. ¿Os imagináis…? 200 millones de euros (menos retenciones) a repartir entre 76 elementos.

 

 

Me iba a despedir, pero los cuatro que leéis esto os habéis tirado a la calculadora a ver a cuánto os toca y me he quedado solo.

 

 

 

 

 









Os paso enlace de Terau Beach Bungalow

que tiene 5 estrellas en Trip Advisor

https://www.tripadvisor.es/Hotel_Review-g15517949-d15244061-Reviews-Terau_Beach_Bungalow-Taburao_Gilbert_Islands.html