jueves, 7 de junio de 2018

Rayito

No sé si alguna vez os he hablado de Rayito.

El Puente de Vallecas, como tantos otros barrios de Madrid, forja su esencia y su identidad a base de historias de personas humildes, que mucha gente no puede creer ni que existan. Si acaso, en las novelas del s XIX.

Pero Rayito sí existe. Yo me he cruzado con él un montón de veces en el banco. Porque al final, los dos tenemos que pasar por allí en algún momento a llevar la recaudación.

Rayito es un payaso. No tan bueno como Fofó (otro ilustre del barrio). Otro estilo. Es un hombre que estará más cerca de los 80 que de los 70. Vivía con una mujer que hace tiempo que no veo. Y vivían en una habitación alquilada. Lo sé porque al final son muchas horas de espera en el banco y uno oye hasta lo que no le interesa.

Tiene dos trajes de payaso bastante descoloridos porque entre ambos también sumarán 80 años. Una silla y un cartel. El cartel dice algo así como: “Ayúdame. Soy Rayito. El payaso de Vallecas”.

Hace años le veía casi a diario. Se le podía encontrar sentado en la Av. Albufera (a la altura de El Brillante más o menos).

En los buenos tiempos se le veía con su traje, su cara maquillada y su sonrisa dibujada, esperando recibir alguna limosna. Solía saludar a los niños, aunque generaba más miedo que carcajadas.

Luego vino la crisis. Las vacas flacas lo son para todos, pero para los payasos pedigüeños quizá lo sean aún más.

Ya no se le veía con la misma frecuencia. Y no era fácil verle con el kit completo. Lo normal era verle con el uniforme (porque en su caso no es un disfraz), pero con la cara lavada. En alguna ocasión le oí decir que el maquillaje le costaba mucho dinero. Quizá por eso a veces estaba dos y hasta tres días seguidos en el mismo sitio y con los colores corridos. Estoy seguro de que dormía con la cara pintada para ahorrar tiempo y sobre todo dinero.

Yo le he visto con todas las combinaciones posibles: el traje, la pintura y el cartel. El traje, pero la cara sin pintar. La cara pintada, vestido con pantalón y camisa, y el cartel. E incluso a veces llamaba la atención verle vestido de persona normal, con la cara lavada y el cartel de “Soy Rayito”.

Hace unos meses pregunté por él. Hacía tiempo que no le veía y me dijeron que había encontrado una habitación más barata, pero en otro sitio. Y ahí quedó la cosa.

Hasta ayer, que le volví a ver. Me dio alegría verle y además me arrancó una carcajada.

No sé si su mujer sigue viviendo, pero daba la sensación de haber cambiado de manager: para empezar, le vi en la calle Serrano (esquina Ayala, Hermosilla, o una de esas). Mucho más rentable que el Puente, dónde va a parar. Y le vi realizando una nueva disciplina: la estatua.

Le vi desde el coche. Yo estaba parado en el semáforo y él en la acera subido como a un pedestal, se colocó como si fuese a echar a andar. Ahí quieto. Lo cachondo es que en esa posición se encendió un cigarrillo y echó por lo menos tres caladas en el tiempo que estuve observándole. Nunca he visto una estatua tan “nerviosa”. Y la verdad es que me hizo reír y me animó a escribir sobre él.

Me alegré de verle en plena forma. Y por supuesto, con su cartel de Rayito.

Así que, tengo que reconocer que nunca le eché ninguna moneda, pero hoy le voy a guardar una participación.

Como no me voy a ir a buscarle, vosotros sois testigos de que si nos toca lo que sea en La Primitiva de hoy jueves o en la del sábado, Rayito tiene que cobrar su parte.

Estos son los números, que ya os los teníais que saber de memoria
Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
Vuestro rayito de esperanza

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