viernes, 9 de abril de 2021

¡Mucha mierda!

 

Pues tengo dos o tres ideas que a ver cómo las hilo, pero ya os digo que me temo que hoy va a salir pelín escatológico. Así que el que sea un poco tiquismiquis, mejor que deje de leer.

 

Se me ha ocurrido hablar hoy de esto porque el otro día surgió el tema en un programa de radio que llevaba puesto en el coche. Y pensé, aunque suene muy sexista, que con lo que nos ha gustado siempre a los tíos el “caca, culo, pedo, pis”, nunca se me ha ocurrido hablar de ello en los mails de La Presilla. Reconocedme que nosotros somos muchísimo más básicos que ellas. Y más para estas cosas.

 

Y el tema pega todo además, porque la expresión “Mucha mierda” se dice para desear suerte. Sobre todo en el teatro. Es más, desear suerte dicen que da mala suerte.

 

...Ahora entiendo por qué no nos toca nunca; llevo años deseándoos suerte cada semana.

 

Sobre el origen de la expresión, podéis elegir entre dos teorías:

  • Una dice que en la Edad Media, las compañías itinerantes de teatro, si veían muchas cagadas de caballos en la entrada del pueblo, entendían que había mucha gente (quizá una feria, un mercado...) y por tanto la oportunidad de ganar mucho dinero.
  • La otra data de los s.XVI ó XVII, cuando los ricachones iban hasta la puerta del teatro en coche de caballos. Por tanto, cuantos más excrementos, más público. O lo que es lo mismo, mucha mierda garantizaba una gran taquilla.

Y así es como se ha quedado.

 

Recuerdo que el actor José Sazatornil (SAZA), si ves una foto suya sabes seguro quién es, era vecino de aquí, de Vallecas. Y coincidía con él muchas veces en el banco. Un tipo amabilísimo. Y siempre quise decirle lo de ¡mucha mierda!, pero nunca me atreví.

 

Al final el pobre hombre murió. Espero que no fuera por no decirle yo la frase...

 

A lo que iba, que me disperso. En aquel programa hablaban de las innumerables formas de decir “cagar”, algunas realmente ingeniosas. Pero lo que me alucinó es que dijeron que hay una escala para clasificar los tipos de heces humanas. La Escala de la Universidad de Bristol, que cataloga los truños del 1 (pequeños y duros, propios del estreñimiento) al 7 (pastosa o más bien líquida, proveniente de una diarrea importante). No me pongas esa cara, que lo he advertido nada más empezar.

 

Con la cantidad de temas de conversación que puede aportar esa tabla estando de cañas con los amigotes, y yo me entero a los 50 años... De hecho, se me ocurren todo tipo de comentarios indecorosos, guarros e incluso un poco racistas. Así que lo voy a dejar aquí, no vaya a ser que saque lo mejor de mí mismo.

 

Os deseo mucha mierda con las combinaciones de abril y no os digo lo que nos ha tocado hasta ahora porque no sé si dice “una moñiga” o “una boñiga”. Pero vamos, sea como sea, es de vaca.

 

 

 

 

 

 

        

 LA PRESILLA

Una administración que te cagas.

 

 

miércoles, 31 de marzo de 2021

La Bamba

 ¿Sabéis esos días que se os mete una canción en la cabeza y os pasáis horas tarareándola…?

Pues si no queréis que os pase, no sigáis leyendo porque os voy a contar la verdadera historia de La Bamba. Baaaamba, bamba. ¿Ves? Ya la hemos liado.

La cuestión es que el otro día le comenté a un amigo (cuyo nombre empieza por J) que se me acababan los temas y me propuso que investigara sobre la historia de este son. Y allá que me fui:

Bueno, allá no fui. Ya me gustaría. Porque la letra tiene su origen en Veracruz (México).

Enfrente de la Villa Rica de la Vera Cruz se encuentra el islote de San Juan de Ulúa. Nombre que seguramente le diera Hernán Cortés, que fue el primer europeo en pisar aquellas tierras.

El caso es que la situación estratégica de este islote era inmejorable para el comercio de todo tipo de mercancías entre España y el Nuevo Mundo. Y qué significa eso. Pues que donde hay riqueza, hay peligros. En el s. XVII los peligros se representaban con una bandera negra con una calavera y dos tibias cruzadas: piratas.

Y de entre todos los piratas, había uno especialmente cruento. Era el holandés Lorenz de Graaf. Ríete tú de Barbanegra, del Capitán Drake o de Jesús Vázquez. Todos ellos afamados piratas.

De Graaf era un sanguinario. En Veracruz, para tratar de combatirlo, reclutaban a todo aquel que tuviera edad de luchar y no tuviera rango militar. Pero este bucanero no hacía prisioneros. Nadie conseguía sobrevivir. Por eso, los jóvenes, cuando venían a por ellos para incorporarlos a filas, preferían mentir. De ahí la estrofa de

         Yo no soy marinero

Yo no soy marinero

Soy capitán

Soy capitán…

Por supuesto, la canción tiene muchas versiones y muchas interpretaciones. Quizá, incluso sean falsas. Pero yo os cuento la que más me gusta a mí.

Se cuenta (más concretamente lo dice http://grafistantaneas.blogspot.com/2012/11/canciones-con-historia-la-bamba.html, que es de donde he sacado la historia) que en cierta ocasión Lorenz de Graaf consiguió entrar en la Villa y se apoderó de ella encerrando a la población en la iglesia de la Plaza Mayor, para poder saquear la ciudad sin problemas. Allí estuvo la muchedumbre durante días, sin agua, sin comida y con un calor abrasador. La situación era tan insostenible, que mucha gente prefirió acabar con su vida tirándose desde el campanario. Era sencillo. Había que utilizar una escalera bastante larga para conseguir llegar al tejado. Y desde allí, usar otra más corta para acceder al campanario. Si preferís, os lo explico cantando:

          Para subir al Cielo, para subir al Cielo

         Se necesita una escalera grande

         Una escalera grande y otra chiquita

         Ay, arriba y arriba. Ay, arriba y arriba, arriba iré…

Si no has continuado diciendo Por ti seré, por ti seré… no le estás imprimiendo carácter a la lectura.

Lo cierto es que no es una historia muy recomendable para este foro, porque aunque esta es una canción tradicional mexicana, el que la convirtió en universal fue Ritchie Valens, que queda súper cool, pero que en realidad se llamaba Ricardo Esteban Valenzuela Reyes. Y no se puede decir que fuese una persona con mucha suerte. Este chaval tenía 17 años cuando hizo su primera gran gira. Iba con Buddy Holly, Bopper Richardson (The Big Bopper) y Wilon Jennings. Pero se estropeó el autobús en el que viajaban y decidieron contratar una avioneta. El problema es que la contrataron para cuatro personas, pero una de ellas era el piloto. Así que uno se tenía que quedar en tierra. Ritchie y Jennings lo echaron a suertes y ganó Ritchie Valens. Bueno, no ganó. Perdió. Más concretamente, la vida. Aquella avioneta sufrió un accidente en el que los cuatro ocupantes fallecieron.

Pero no caigamos en dramas innecesarios. Que de aquello ya han pasado más de 60 años.

Es más, bailemos y sonríamos. Porque para acertar cualquiera de estas combinaciones, como para bailar la Bamba, se necesita una poca de…

Ahora sí. Esa es la actitud

 

Los más detallistas habréis observado que hemos aumentado una estrella más en Euromillones. A ver si se nota.

 




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 18 de marzo de 2021

Un rayo de luz

 ¿De qué hablo hoy?

Me gusta la “obligación” que me he buscado de contaros algo cada semana. Pero la verdad es que hay veces que cuesta encontrar un tema mínimamente interesante y del que no esté todo el mundo hablando. Por eso, a veces, cuando me sugerís algún tema o cuando tropiezo con algo curioso, me lo apunto para que no se me olvide.

Eso fue lo que me pasó hace unos meses. Ya no me acuerdo ni cuándo ni cómo, pero el caso es que me puse una alarma en el calendario del teléfono que me saltó ayer por la mañana.

Todo un misterio. Me desperté y en el teléfono ponía: “Escribir sobre el romano de Gran Vía y la tumba de Saskia”.

Ni puñetera idea de qué quería decir. Así que me he puesto a averiguar en plan gymkana. O mejor, en plan El tiempo es oro. ¿Os acordáis de aquel programa? El caso es que me lo he pasado pipa investigando y al final me he encontrado una historia fascinante. Así que voy.

Todo empieza en Ámsterdam. Saskia Uylemburg fue la primera mujer (y oficialmente la única) de Rembrandt, el gran maestro barroco de la pintura holandesa.  Es curioso la cantidad de artistas que han dejado legados millonarios y sin embargo, vivieron y murieron casi en la indigencia. Rembrandt fue uno de ellos. Ya que estoy, os cuento un poco.

En realidad no vivió en la indigencia, sino que vivió más o menos bien. Lo que pasa es que tuvo bastante mala suerte y además se metía en un montón de fregaos. Se casó. Sí, con Saskia. Tuvieron un primer hijo que murió siendo niño. Luego una hija que corrió la misma suerte, y todavía una tercera que también murió al mes. El cuarto hijo, Titus, fue el único que consiguió sobrevivir a la infancia. Pero al mes de nacer el niño, Saskia murió. Está sepultada en la vieja iglesia de Oude Kerk (Ámsterdam).

Hasta ese momento habían vivido muy bien. Saskia era de buena familia. Su primo era marchante de arte. Y además era la primera mitad del s. XVII, que coincidió con el esplendor económico y cultural de los Países Bajos. Pero después de todos estos infortunios, Rembrandt se dejó llevar. Se metió en negocios muy poco rentables, gastaba más de lo que ganaba, y aunque parece que hubo alguna mujer por ahí, no podía casarse porque eso le obligaría a renunciar a la herencia de Saskia. Total, que le fue cada vez peor. Y la única forma que encontraba de pagar sus deudas, era haciendo retratos o pagando con cuadros, que en aquel entonces le sacaban del apuro y sin embargo hoy, son obras de arte que valen millones.

Ya os he dicho que era interesante. Un poquito de cotilleo barroco para la conversación de las cañas de esta noche nunca viene mal.

El caso es que esta muchacha debía ser muy querida en la ciudad, porque cada 9 de marzo… no. No hay ramito de violetas. Eso es en noviembre. Cada 9 de marzo lo que ocurre es que la gente se reúne en los alrededores de la iglesia y  se celebra un desayuno al sol. Porque justo ese día  y solo ese día (en algún sitio he llegado a leer incluso la hora exacta -8:39-), un rayo de luz incide directamente sobre la tumba de Saskia.

Y me diréis “¿y para qué nos lo cuentas ahora, si ya ha pasado?”Da igual, porque no se puede viajar y no podríais haber ido en cualquier caso. Pero a los que vivís en Madrid, os voy a recomendar otra actividad para la que sí estáis a tiempo:

La Gran Vía está plagada de estatuas en lo alto de sus edificios. Una pena que no tenga una cámara lo suficientemente potente, porque tiene que estar chulo un paseo fotográfico mirando hacia arriba por esa zona, un día de sol.

Bueno, pues de entre todas esas esculturas, hay una en el número 60 que también tiene su historia. No sé si es leyenda o realidad, pero como esto no tiene ninguna validez científica, que es solo para entretenerse, yo os lo cuento como si fuera de ley.

En todo lo alto del edificio de Gran Vía 60, en Madrid, hay una estatua creada en 1930 por el famosísimo escultor (eso pone, aunque yo no le había oído en mi vida) Victorio Macho. Es la imagen de un hombre que sujeta sobre su cabeza lo que parece un templo. A la estatua se la conoce como “El Romano”básicamente por el corte de pelo y por la túnica blanca. Aunque en el blog Secretos de Madrid, aportan otros nombres como El Atlantes o El Coloso. También dice que la estatua es una alegoría al Ahorro. 

                                                                 


Os decía que todavía estáis a tiempo porque la leyenda dice que el 21 de marzo (es decir, el próximo domingo) se inicia la primavera. Y es el único día del año en el que, justo al mediodía, los rayos de sol atraviesan la casa que sostiene el romano. Se cree que es un homenaje oculto del autor a la Primavera.

Pero sea lo que sea, si tengo que elegir entre una alegoría al ahorro, o una vida de despilfarro a cambio de cuadros, no tengo dudas.

Os presento mi última obra de arte

 A ver si es verdad que nos ilumina un rayo de luz algún día.

Feliz Día del Padre y feliz no puente.

 

 

 

Miles de euros y rayos de sol.

La combinación perfecta.

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 12 de marzo de 2021

Animales de costumbres

 Estamos todos locos por que nos toque la lotería. Quién no ha pensado alguna vez en lo que haría, en dónde iría, en la sensación de libertad que generaría…

Pero no te equivoques. Por mucho dinero que consiguiéramos, salvo algún intrépido/a, nos cambiaría muy poco la vida.

A esta conclusión llegué el otro día pensando en mi madre:

Mi madre vive sola. Su cuarto de estar da a una plaza. Y cuando la cruzo con el coche, sobre todo por la noche, soy incapaz de pasar sin echar una mirada a la ventana. Y siempre siempre, está la luz de la lámpara que tiene al lado del sillón, encendida. Eso me da tranquilidad. Porque sé que está tan a gusto viendo la tele, haciendo sopas de letras o leyendo. Sin duda, ese sillón es su zona de confort (nunca mejor dicho).

Pero no es solo mi madre. Si lo piensas, no es simplemente que cada noche te sientas un rato a ver la tele. Es que te sientas siempre en el mismo sitio del sofá. ¿Y dónde desayunas o dónde cenas? No es que lo hagas siempre en la cocina o en el salón, es que lo haces en el mismo lado de la mesa ¿sí o no?

Y así con todo. Calcula el porcentaje de tiempo que vives fuera de tu lado de la cama, de su sitio del sofá y de tu puesto de trabajo. Se reduce considerablemente ¿a que sí? Eso sin contar que cuando sales a tomar café, sueles ir a uno de los dos mismos bares, cuando vas a la compra eliges entre los dos mismos supermercados… al final se lo ponemos muy fácil a las aplicaciones estas de móvil de inteligencia artificial.

Conclusión de la conclusión: que lo importante no es dónde estemos, sino con quién. Y lo que hacemos. Da igual dónde nos tomemos el café o la caña. Lo importante es echar el rato con quien te apetezca. Da igual el mercado. Lo importante es preparar una comida que pienses que va a gustar. Y da igual estar aplastado siempre en el mismo lado del sillón. Lo importante es la caricia espontánea de la persona que tienes al lado.

Conclusión de la reconclusión: que el próximo día que cruce la plaza, lo que tengo que hacer en vez de mirar, es aparcar y subir.

Requeteconclusión definitiva: que sí, que sí… que todo eso está muy bien, pero que nos toque un buen premio y nos den la oportunidad de saber si somos capaces de volar. Que queremos conocer las Kiribati. Aunque sea para ir todos los días al Kiridona o para tumbarnos siempre en la misma hamaca.

Os recuerdo el pasaporte

 

 

 

Víctor M. de Francisco

 

Lo del Kiridona, un poquito

cogido por los pelos ¿no?

viernes, 5 de marzo de 2021

Psíquica cuántica

Esta es la historia de cómo partiendo de una chorrada, llego a otra mucho mayor que quizá, quién sabe, dentro de un montón de años un científico aburrido lea el blog y encuentre aquí la base de una teoría que ponga el mundo al revés.

Y ya puestos a enredar, os la voy a contar empezando por el final.

Creo que nunca seré capaz de entender la física cuántica. El concepto, me refiero.

Mira que he intentado entenderlo… Así a lo bestia, la diferencia entre un ordenador convencional y un procesador cuántico radica en que el primero utiliza ceros y unos para programar y en el segundo tanto los ceros como los unos, a veces se comportan como ceros y otras veces como unos.

Vamos, un jaleo. Pero yo decía que no entiendo el concepto, es decir, para qué sirve. Porque la explicación de los 0, los 1, los bits, los qubits y el campo magnético... eso es más complicado que acertar el Euromillones (vosotros sabéis de lo que estoy hablando).

El caso es que dicen que los avances son brutales. Por ejemplo que una misma partícula puede estar en dos sitios a la vez. O lo que es lo mismo, que un cuerpo que está aquí, sin hacer nada puede aparecer ahí: teletransportación.

Lo dicho, que no entiendo nada. Sobre todo cuando se trata de algo físico. Mi cabeza no da para eso.

Pero sin embargo, sí entiendo perfectamente que nuestra mente haga click y pase de ser un cero a un uno (o viceversa) sin motivo aparente.

En ese sentido, hay un cuento muy interesante que seguro que muchos conoceréis, sobre el dinero circulante:

Se desarrolla en un pueblo afectado por la crisis económica. La gente está triste. Y entonces llega un magnate ruso, entra en el hotel del municipio y pide ver las habitaciones antes de decidir en cuál quedarse.

El director le dice que no hay ningún problema, pero que antes tendrá que abonar la estancia de una noche.

El ruso entrega 100€ y comienza el tour de habitaciones.

Mientras, el director coge el dinero y va a la cocina. Le entrega los 100€ al cocinero y le pide disculpas por los atrasos en la nómina.

El cocinero, con ese dinero, cruza la calle y entra en la carnicería para pagar los 100€ que le debía. El carnicero a su vez, hace lo propio con el ganadero justo en el momento en el que llega el de los piensos para las vacas. El ganadero le da el dinero al de los piensos y este se acerca al hotel a saldar la deuda de una “noche loca”. (Aquí vendría un emoticono guiñando un ojo, o unos tacones, o algo).

El director del hotel recibe el billete en el preciso instante en el que el ruso baja las escaleras diciendo que le devuelva el dinero porque no hay ninguna habitación que le guste.

Conclusión; en un pis pas la gente del pueblo ha pasado de estar mustia y deprimida, a estar liberada de deudas y cargada de confianza y optimismo. Sus mentes, sin un cambio aparente, han pasado del 0 al 1.

A esto me refería con el concepto que me he inventado yo solito de “psíquica cuántica”.

Como os decía, todo este rollo parte de una noticia, la chorrada de la que hablaba, que me hizo llegar mi buen amigo Carlos (por cierto, me acabo de dar cuenta de que hay un montón de Carlos en esta Peña, y todos buenos amigos).

La noticia venía a decir que una pareja de jóvenes británicos (Rachel y Liam), felices aunque sin mucho dinero, llevaban meses jugando la misma combinación de Euromillones (6, 12, 22, 29, 33, Estrellas: 6 y 11). La semana pasada volvieron a apostar sin darse cuenta de que el banco había rechazado la operación por falta de fondos.

Lo peor es que en el Euromillones del pasado viernes 26 de febrero, esa combinación fue agraciada con un premio de 210 millones de euros.

¿Os imagináis lo que pasaría por las cabezas de esos muchachos? Primero emoción y alegría, pero después sorpresa, enfado, desilusión, cabreo, frustración, tendencia al suicidio... ¿o quizá al asesinato? Y en realidad nada ha cambiado en sus vidas. No ha ocurrido nada y sin embargo, me temo que nada será igual.

Yo, como sabéis, estoy en Primero de Física Cuántica. De momento, solo sé convertir vuestros unos en ceros. A ver si algún día paso de curso y consigo hacerlo al revés. O al menos, pasar los ceros a la derecha, que a la izquierda no valen nada.

Hablando de vuestros ceros, la semana que viene os pasaré el saldo, que hace ya una eternidad que no os doy información de cómo estais. Mientras, os presento el vehículo con el que nos vamos a teletransportar a las Kiribati

 

¿Te imaginas que pudiéramos decir “¡RATICULÍN, FU FU!” y zas, aparecer en otro lado...? Sería la bomba ¿eh?

 

 

En cuantico nos toque,

nos vamos a Kiribati.

 

 

 

viernes, 26 de febrero de 2021

Una diosa griega, una estudiante de diseño y los Deportes de la Cinta Azul

 En 1968 nace una empresa de calzado deportivo por la que nadie habría dado a priori un duro. Y es que una empresa que se llama Blue Ribbon Sports (BRS), en español, los Deportes de la Cinta Azul, la verdad es que no invita a calzarte sus zapatillas para ir a los Juegos Olímpicos.

Phil Knight, el fundador de aquella empresa, empezó a darse cuenta de que llamándose así no se iban a comer un colín y en 1971 comenzó a darle vueltas al tema del nombre de la marca. Fue entonces cuando Jeff Johnson, un empleado de la empresa, sugirió un nombre mucho más original: NIKE.

Vuelvo como otras veces al tema de la pronunciación; casi todos habréis leído NAIK, salvo los que seáis más pijines, que habréis dicho NAIKI. Pero en realidad el nombre viene de la diosa griega de la Victoria, que se llamaba NIKÉ, con el acento en la E (enhorabuena mamá, seguro que eres la única que lo has leído bien). Para que le pongáis cara, hay una versión muy famosa en el Louvre, que es la Victoria de Samotracia.

Tengo que decir que ponerle el nombre de una diosa griega a una empresa, personalmente me parece una horterada. Y de hecho, tampoco es que mejorara la cosa considerablemente. 

Tal es así, que Phil Knight empezó a comerse el coco entonces con el logo. Las tres rayitas de Adidas le tenían obsesionado. Cualquiera era capaz de identificar ese logo. Así que en 1972 convocó un concurso para elegir el símbolo de la empresa.

La condición era que el diseño debía dar sensación de movimiento. 

El concurso lo ganó Carolyn Davidson, una estudiante de diseño, que se inspiró en la forma de las alas de la diosa. 

Hay toda una teoría sobre el diseño del logo; que si apunta hacia arriba, que si muestra movimiento, que si primero cae y luego sube como muestra de resiliencia frente a la adversidad… Yo creo que Carolyn lee estas teorías en casa con una cerveza y es la primera que flipa con la imaginación de la gente.

Lo cierto es que a Phil Knight no le gustó nada el chirimbolo (bueno, el nombre técnico es Swoosh). Estas fueron sus palabras: "el logo no me enamora, pero supongo que me acabaré acostumbrando".

A Carolyn le despacharon con 35$. Sí, sí. 35 dólares. Aunque en honor a la verdad, hay que decir que 10 años después, ya iniciado el éxito, el señor Knight (todo un caballero) localizó a Carolyn Davidson y en un evento organizado por la empresa le hizo entrega de un anillo de diamantes, un diploma y un sobre con una cantidad considerable (aunque nunca desvelada) de acciones de la empresa. Gesto que ella siempre reconoció como un acto de generosidad porque como decía, "yo le facturé en su día y él pagó la cuenta".

Lo curioso es que eso fue en 1982. Sin embargo, la gran apuesta de Nike no llega hasta 1984, año en el que decide fichar a un chaval que parece que va para figura, pero que en realidad aún es poco conocido. Algún día tendremos que hablar de este episodio.

En fin, en España no pasan estas cosas. Una empresa decide ponerse el nombre de Victoria y no pasa de calzar a abuelillas que van a hacer la gimnasia al Hogar del Jubilado.

En La Presilla tenemos nombre, tenemos logo... y solo nos falta hacer realidad la gran apuesta, que perfectamente podría ser esta

 

Última oportunidad del mes para conseguir los 210 millonazos de euros que sigue habiendo de Bote.

 

 

 

Just do it

 

viernes, 19 de febrero de 2021

El arte de no hacer nada

 Hace unos años, hablando con el camarero de un bar en el Camino de Santiago, me decía que él decidió dejar Madrid e irse a vivir al pueblo un día que no trabajaba ni tenía nada que hacer, y aún así salió corriendo por los pasillos del Metro arrollando casi a una mujer, porque se le iba el tren.“En ese momento me di cuenta de que ese ritmo no era para mí” decía.

 Un auténtico visionario el tío, porque parece que esa es la nueva tendencia: parar.

Puede que sea porque el ritmo al que vivimos es insostenible a largo plazo, o puede que sea porque esta pandemia nos está impidiendo disfrutar de placeres a los que estábamos acostumbrados, como quedar con mucha gente, viajar, etc. y nos está haciendo descubrir nuevas formas de disfrutar de la vida, de una manera mucho más pausada.

Y no solo en el ocio. También en el trabajo. Antes se decía aquello de “esto es como ir en bicicleta, si te paras, te caes”. Eso lo explica infinitamente mejor que yo, Víctor Kuppers (buscadle en YouTube, merece la pena). Y es verdad que aún hoy todavía tenemos sentimiento de culpabilidad si paramos, pero a veces es necesario hacerlo para resetear y para redefinir el camino o la estrategia.

Parar.

Un artículo de la BBC, que es de donde he sacado la idea del tema de hoy (en español eh...), habla de que la Organización Mundial de la Salud declaró el estrés como “la epidemia del sXXI” (antes de que pasara todo esto, claro).

Sin embargo, ante la nueva normalidad que nos ha tocado vivir, la gente empieza a encontrarse cómoda cuando está sin hacer nada o en actividades sencillas carentes de necesidades económicas como una ducha de agua caliente o un paseo por el campo.

En este sentido, os voy a contar una intimidad: cuando voy a la playa en verano, normalmente cuando estoy terminando ya mis vacaciones, suelo entrar al mar, me alejo de la orilla y me quedo un buen rato flotando en el agua haciendo el muerto. Y ahí, yo solo, al albur de que venga una gaviota a por mí en picado pensando que soy una merluza, me dejo llevar pensando en lo que me espera cuando vuelva y a la vez, en lo afortunado que soy de poder estar ahí después de todo el año de trabajo. Bueno, pues ese hecho que consiste básicamente en no hacer nada, no solo me recarga las pilas al instante, sino que me sirve para recordarlo muchas veces durante los momentos de agobio, y me transmite paz.

Es una gilipollez, pero es muy importante para mí pensar que pase lo que pase, volveré a hacer lo mismo el próximo verano.

Así que reivindiquemos el no hacer nada de vez en cuando.

Y hablando de eso, lo de esta noche no va a ser parar. Va a ser un frenazo en seco. Y es que ya no son 130, ni 160... Son 202 millones de euros. Vamos, que me voy a comprar un neopreno, me voy a ir a Huelva, me voy a hacer el muerto y voy a dejar que las corrientes del océano me lleven hasta las Kiribati.

Os recuerdo la foto de la colchoneta

 

 

Buen fin de semana.

 

 

 

 

 

 

Víctor M. de Francisco

Un poco merluzo sí que soy.