viernes, 19 de febrero de 2021

El arte de no hacer nada

 Hace unos años, hablando con el camarero de un bar en el Camino de Santiago, me decía que él decidió dejar Madrid e irse a vivir al pueblo un día que no trabajaba ni tenía nada que hacer, y aún así salió corriendo por los pasillos del Metro arrollando casi a una mujer, porque se le iba el tren.“En ese momento me di cuenta de que ese ritmo no era para mí” decía.

 Un auténtico visionario el tío, porque parece que esa es la nueva tendencia: parar.

Puede que sea porque el ritmo al que vivimos es insostenible a largo plazo, o puede que sea porque esta pandemia nos está impidiendo disfrutar de placeres a los que estábamos acostumbrados, como quedar con mucha gente, viajar, etc. y nos está haciendo descubrir nuevas formas de disfrutar de la vida, de una manera mucho más pausada.

Y no solo en el ocio. También en el trabajo. Antes se decía aquello de “esto es como ir en bicicleta, si te paras, te caes”. Eso lo explica infinitamente mejor que yo, Víctor Kuppers (buscadle en YouTube, merece la pena). Y es verdad que aún hoy todavía tenemos sentimiento de culpabilidad si paramos, pero a veces es necesario hacerlo para resetear y para redefinir el camino o la estrategia.

Parar.

Un artículo de la BBC, que es de donde he sacado la idea del tema de hoy (en español eh...), habla de que la Organización Mundial de la Salud declaró el estrés como “la epidemia del sXXI” (antes de que pasara todo esto, claro).

Sin embargo, ante la nueva normalidad que nos ha tocado vivir, la gente empieza a encontrarse cómoda cuando está sin hacer nada o en actividades sencillas carentes de necesidades económicas como una ducha de agua caliente o un paseo por el campo.

En este sentido, os voy a contar una intimidad: cuando voy a la playa en verano, normalmente cuando estoy terminando ya mis vacaciones, suelo entrar al mar, me alejo de la orilla y me quedo un buen rato flotando en el agua haciendo el muerto. Y ahí, yo solo, al albur de que venga una gaviota a por mí en picado pensando que soy una merluza, me dejo llevar pensando en lo que me espera cuando vuelva y a la vez, en lo afortunado que soy de poder estar ahí después de todo el año de trabajo. Bueno, pues ese hecho que consiste básicamente en no hacer nada, no solo me recarga las pilas al instante, sino que me sirve para recordarlo muchas veces durante los momentos de agobio, y me transmite paz.

Es una gilipollez, pero es muy importante para mí pensar que pase lo que pase, volveré a hacer lo mismo el próximo verano.

Así que reivindiquemos el no hacer nada de vez en cuando.

Y hablando de eso, lo de esta noche no va a ser parar. Va a ser un frenazo en seco. Y es que ya no son 130, ni 160... Son 202 millones de euros. Vamos, que me voy a comprar un neopreno, me voy a ir a Huelva, me voy a hacer el muerto y voy a dejar que las corrientes del océano me lleven hasta las Kiribati.

Os recuerdo la foto de la colchoneta

 

 

Buen fin de semana.

 

 

 

 

 

 

Víctor M. de Francisco

Un poco merluzo sí que soy.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario