A
veces no nos damos cuenta de nuestro premio de
lotería.
Acabo
de hablar con mi sobrino, físico de carrera y profesor de vocación. Después de
un tiempo buscando un trabajo estable, por fin encontró un puesto de maestro el
año pasado, muy cerca de La Presilla, en Vallecas.
Es
un cole complicado, en el que en la misma clase se mezclan chavales y chavalas
de diferentes edades, diferentes nacionalidades (incluso diferentes etnias), y
con una sola cosa en común: que todos pasan de estudiar. Un sitio en el que al
que es bueno, le tienen que echar la bronca para protegerle. Porque si los demás
alumnos ven que es listo, o muestra interés o le tratan bien los profesores, le
canean por los pasillos.
Esa
es nuestra primera lotería; haber caído en una familia no desestructurada. En la
que, mejor o peor, todos hemos tenido nuestras
oportunidades.
La
segunda lotería es no haber caído en un trabajo así. Me decía mi sobrino que le
está sirviendo para aprender y que cuando alguien mejora o le agradecen su
trabajo, que la gratificación es enorme. Pero me decía, “yo pienso en vosotros,
que os levantáis para ir al trabajo con la certeza de que nadie os va a
insultar, ni a amenazar, y me da una envidia…”
Y no
hace falta irse muy lejos. Estoy hablando de que el colegio está a ocho paradas
de Metro de la Puerta del Sol. En Madrid.
Claro,
como normalmente no nos insultan, ni sentimos que peligre nuestra integridad
física, y además sale agua por el grifo cuando queremos y todo eso, pues
necesitamos que nos toque otro tipo de lotería.
Esta…
Pero
no olvidemos nunca que somos unos privilegiados.
…Y
no lo digo por el 1,80€ que nos tocó la semana
pasada.
Un
abrazo. Y feliz Día de Todos los Santos.
LA PRESILLA
Los
Hoosiers del Euromillón
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