En
la participación del fin de semana pasado no cobramos ni un céntimo.
El
fin de semana pasado por cierto, nos hicimos una escapadita a Copenhague. Es que
si no lo cuento, para qué sirve hacerlo… (je, je, es broma). No en serio, parece
un lujo exótico, pero en realidad, hoy en día, con Ryanair y el concepto
“Hostels”, un viaje así de sábado a domingo sale más barato que ir a comer al
Txistu.
Os
cuento esto porque aparte de encantarme la ciudad, sus canales, sus parques, su
educación… me vine con una palabra universal nueva. Es danesa: Hygge. Ellos
dicen que no tiene traducción. Que viene a definir esos momentos de placer
tontorrón, como estar en casita al lado de la chimenea un día de mucho frío, o
en una barbacoa rodeado de amigos, o tirado en el sillón escuchando la música
que te gusta.
Es
algo así como comodidad, placer… pero sin llegar al entusiasmo desmedido. Es
disfrutar de las pequeñas cosas que te hacen feliz. Hay toda una filosofía
alrededor de la palabreja esta que soy incapaz de pronunciar, porque no sé cómo
se hace.
En
fin, el caso es que hay una pequeña cosa (10,5x6 cm.)* que nos puede hacer muy
felices esta noche. Hay un papelajo a nombre de cada uno de nosotros, en el que
aparece esta imagen
¿Te
imaginas? Yo creo que sí llegaríamos al entusiasmo. Y a la exaltación de
la amistad.
Y a meternos en esa agua tibia de las playas de Kiribati con el
bañador en la cabeza.
*Es acojonante. He
buscado una cinta de medir en Internet a tamaño real y Google me ha ofrecido
una, en 0,36 segundos.
Muy
chulo el rollo este del Hygge. Os recomiendo profundizar un poquillo. Yo lo voy
a hacer y lo voy a practicar. Bueno, en realidad ya lo intento. De hecho, hace
unos meses os envié un artículo que se titulaba “Disfrutemos de las
tonterías”.
Pues
eso…
Abrazo
fuerte.
Hygge,
higge, hooooo
LA
PRESILLA
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