Nos
ha tocado la lotería.
El
otro día salía del supermercado detrás de una familia. Padre, madre y dos
chavales de unos 12 ó 14 años. Coincidimos en el paso de peatones esperando a
que se abriera el semáforo. Allí parados, el padre justo a mi lado metió la mano
en una de sus bolsas, cogió un Donuts que acababa de comprar, lo sacó del envase
y éste lo tiro sin más miramientos a la acera.
Yo
que estaba entre la papelera y él (no habría un metro de distancia entre una y
otro), le miré y le dije: “Hombre, tienes una papelera aquí. No te cuesta ningún
trabajo…” La mujer me miró de arriba a abajo perdonándome la vida, y el hombre
se me encaró y me dijo: “Lo que pasa es que yo tiro las cosas adonde me sale de
la punta del rabo”. Disculpad la grosería, pero es que son palabras
textuales.
No me
enfadó, tampoco me hizo gracia. Sólo me dio pena. Pena de pensar en la familia
en la que habían caído esos dos pobres chavales. Porque a veces las cosas son
tan obvias que no las valoramos, pero qué importante es que te toque una familia
capaz de inculcarte al menos las normas más básicas de educación.
Resumiendo, que nacer en la familia que hemos nacido es la mejor
lotería de nuestra vida.
Ah,
pero ¿por qué habéis leído esto tan rápido? ¿qué pensabais? ¿que nos había
tocado La Primitiva? No hombre, no. Eso es muy difícil. Bueno, la semana pasada
nos tocaron 80 céntimos a cada uno, pero no creo que sea como para tirar
cohetes.
Aún
así, seguimos intentándolo porque lo único que está claro es que si no juegas,
es imposible. Seguimos con las mismas
combinaciones.
En La
Presilla hacemos puente. Si vosotros lo hacéis también, que lo
disfrutéis.
Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
Sin
educación, no hay sociedad.
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