El
hombre del cenicero.
Ya son
dos semanas seguidas cobrando. No me lo creo ni yo. Esta vez es un eurete nada
más pero a mí me da gusto empezar a escribir diciendo que cobramos. Verás como
el día menos pensado te estoy escribiendo para decirte que tenemos un premio
millonario.
Pero
¿alguna vez te has parado a pensar lo que supone eso? Un premio millonario puede
traducirse de entrada en un coche, una casa o un viaje a las Islas Kiribati,
pero sobre todo supone un salto en el escalafón. Como si en un vídeo juego
pasaras un nivel (o varios). Pasarías a vivir como vive la gente que es más rica
que tú. Pero esos niveles son casi infinitos tanto hacia arriba como hacia
abajo. Quiero decir que siempre habrá gente que tenga más dinero que tú. Y
también habrá gente que tenga menos.
Lo
normal es fijarnos permanentemente en el modelo al que queremos aspirar, pero
piensa que también hay gente a la que si le tocara la lotería aspiraría a vivir
como vives tú ahora. Así que de momento quédate con esta última reflexión y
siéntete ya afortunado/a.
Es
verdad, cada uno de los que componemos la Peña entiendo que tenemos una posición
más o menos holgada. Y además independientemente de lo que ganemos, porque ya se
sabe que el sueldo es como el maletero del coche: por muy grande que sea,
siempre hay momentos en los que necesitas más.
Y no nos
damos cuenta de que hay gente en Madrid para la que sus Islas Kiribati es
simplemente vivir con el nivel de vida que podemos tener cualquiera de nosotros.
Y a la vez, hay personas en peores circunstancias que ésas otras. Y otras aún
peor. Y así sucesivamente. Hasta llegar a gente a la que se la mira, pero no se
la ve. Gente
transparente; mi mujer trabaja en el centro y yo siempre le digo que vive en un
entorno en el que hay mucho turismo, mucha tienda de grandes firmas y mucho
zapato bueno en las aceras. Pero que existe otro mundo que ella no conoce tanto.
Gente que vive al borde de la miseria. Y no. Hoy no os voy a
hablar de Vallecas:
Cerca de
mi casa hay un edificio oficial protegido con una zona de seguridad para no
poder aparcar. Y ¿cómo han creado ese cordón de seguridad? Poniendo unos
maceteros gigantes en los que nunca han plantado nada. Por tanto, su única labor
es acumular colillas y algún que otro desperdicio.
Pues
bien, hay un hombre que desde hace meses (o años, porque ha sido relativamente
hace poco cuando he reparado en él) vive en uno de esos ceniceros gigantes. Más
concretamente en dos, porque por las mañanas siempre está en uno (frente al sol)
y por las tardes-noches, cuando vengo de trabajar, siempre le veo en otro. No
pide, no mendiga. Sólo vive. Y aún así, seguro que habrá quién envidie su
posición. Un día me tengo que acercar a hablar con
él.
Conclusión: que sí Víctor, que sí… Que somos muy afortunados, pero
que queremos pasar ya esta pantalla, que este nivel del vídeo juego está durando
demasiado.
¿Os
habéis fijado en lo que pone abajo en la participación? Si es que lo leo y me
entra un cosquilleo por el estómago…
Oye,
hablando de vídeo juegos y de la vida en general, que sepáis que os llegará el
saldo esta semana, así que como me decía a mí la máquina de marcianitos ésa de
las moscas (menudo vicio tenía yo de pequeño), es probable que os toque “insert
coin”. Lo siento.
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