El otro
día, cenando en casa, mis hijos se quejaban de un profesor y yo les dije que
ellos no sabían lo que era tener profesores duros, que los de mi época pegaban.
Y les conté una anécdota de un profesor que pegó a un compañero de clase en el
aula. Entonces mi hijo me preguntó si yo nunca había pensado pegar a un
profesor. Y cuando le fui a decir que por supuesto que no, que eso no se hace y
mucho menos con un superior al que hay que respetar, me contestó que él no decía
que lo hiciera, sino que si lo había pensado. “¿Porque se pueden pensar las
cosas sin que el profesor se entere, no?”
Me
desarmó.
Y es que
no hay mayor libertad que la del pensamiento.
Te
podrán insultar, humillar. En el trabajo te podrán explotar o menospreciar…
Incluso te podrán tratar de vender una moto. Pero lo que nadie puede hacer es
prohibirte pensar lo que quieras. Por poneros un ejemplo, yo os puedo decir que
de la participación de la semana pasada cobramos 90 céntimos. Y vosotros podéis
pensar “pues vaya mierda”.
Al
final, ahí es donde radica la felicidad, en ser libres para pensar lo que te dé
la gana, aunque sea incluso mandarme a freír espárragos a
mí.
Y ya lo
que tiene que ser la leche es que los pensamientos se terminen realizando. ¿Os
imagináis que el número del Gordo del sorteo de Lotería Nacional del sábado
coincide con alguno de los 30 décimos que jugamos? ¿O que nos llevamos los casi
9 millones del Bote del Gordo de La Primitiva con esta
combinación?
Eso ya
sería increíble.
Mientras
tanto, ya sabéis: sed felices pensando lo que os dé la gana o fantaseando con
las situaciones más peregrinas. Mis pensamientos ya sabéis dónde transcurren ¿a
que sí?
…Allí
hace calorcito, no como aquí que hace tanto frío que he visto a un político con
las manos metidas en sus propios bolsillos (me lo han mandado esta mañana y me
ha encantao).
Buen fin
de semana.
LA
PRESILLA
El
lugar en el que habitan
los
números de tu Suerte