Había una vez una
competición de cortar árboles en un pueblo. Se presentaron los dos leñadores más
fuertes. Y tenían que talar el mayor número de árboles posible en una hora.
El leñador de la
camisa roja comenzó a talar. No paraba de golpear con su hacha una y otra vez.
En un momento dado, dejó de escuchar el hacha del leñador de la camisa de
cuadros. Pensó que ya estaría cansado y entonces continuó talando con más
fuerza. Al rato, los golpes de hacha del leñador de la camisa de cuadros
volvieron a retumbar en el bosque. El de rojo sonrió porque sabía que en este
intervalo de tiempo le había sacado una buena ventaja.
Al cuarto de hora
volvió a ocurrir lo mismo. Y el de rojo seguía golpeando orgulloso.
Quince minutos
después, volvió a repetirse la escena. Y el leñador de la camisa
roja no podía dejar de sonreír mientras trabajaba, convencido de su
victoria.
Pero cuando
finalizó la hora, el jurado comprobó que el leñador de la camisa de cuadros
había cortado más troncos que su contrincante. (Por otro lado, era obvio desde
el principio: un leñador que se precie siempre ha de ir con una camisa de
cuadros).
Lo que ocurrió fue
que mientras el leñador de la camisa roja golpeaba sin parar, el de la camisa de
cuadros planificó parar cada 15 minutos para afilar su herramienta y al tiempo,
descansar. Eso hacía que sus golpes fueran mucho más certeros y productivos que
los de su rival.
Y es que con
frecuencia pensamos que estamos haciendo todo lo posible, que no se puede hacer
mejor… y sin embargo, a veces con menos esfuerzo se consiguen mejores
resultados.
Este cuento
explica de manera gráfica cómo funciona una dinámica que está ahora súper de
moda tanto para optimizar el rendimiento de una empresa como para solucionar
pequeñas (o grandes) complicaciones a nivel personal: el coaching.
Y por qué os
cuento esto. Pues por dos motivos.
· Primero
porque tengo una amiga que ha hecho un curso sobre el tema y necesita 100 horas
de prácticas (a precio de prácticas, que eso es lo interesante) para convalidar
el título. Os lo digo por si alguien puede estar interesado. Se llama Raquel y
es bien maja (arql.fdez@gmail.com).
· Y
segundo, porque yo creo que voy a tener que llamarla. Porque me paso talando
mails todas las semanas y resulta que el viernes cayó el Bote del Euromillones
en la Avenida de la Albufera (no en el mismo sitio de la otra vez, que la
avenida es muy larga).
Os presento el
hacha de esta semana
Tengo las manos
llenitas de callos. Yo creo que ya nos toca, joer…
LA PRESILLA