Una de las
grandes ventajas que me ofrece esto de la Peña es la libertad de elegir el tema
del que hablo cada semana. Así que hoy he elegido uno bastante personal, aunque
por otro lado, nos concierne a todos.
Hoy mi padre
habría hecho 96 años. Y si siguiera viviendo, seguro que le pillaríais en La
Presilla. Él siempre decía que moriría con las botas puestas y así fue: uno de
mis últimos recuerdos de él es sentado en la cama del hospital haciendo la
Declaración de la Renta.
Digo que a
vosotros también os concierne porque como no sé exactamente la fecha en la que
mis abuelos abrieron la tienda por primera vez, hace ya unos años decidí
establecer como “oficial”, la fecha del nacimiento de mi padre: el 3 de julio de
1924.
Así que hoy La
Presilla cumple 96 años.
Casi un siglo
de vida en el que hemos pasado por todo tipo de vicisitudes: La Presilla ha
vivido una guerra, varias crisis económicas mundiales, aquí se produjo un
asesinato (ya os he hablado en alguna ocasión de eso), pero también se han
vivido muchas alegrías, se han dado muchísimos premios, se ha generado empleo a
cientos de personas…
La Presilla es
la imagen viva de un barrio que pasó de ser las afueras de una gran ciudad, a un
barrio extremadamente comercial. Luego se transformó en Territorio Comanche
plagado de yonkis y delincuencia. Y ahora vuelve a ser un barrio humilde, de
trabajadores, donde la inmigración convive con la modernidad que poco a poco se
va abriendo paso para volver a dar a esta zona de Madrid el esplendor que nunca
debió perder.
El caso es que
aunque mis abuelos, mi madre y yo hemos puesto nuestro granito de arena, La
Presilla no sería lo que hoy es sin la increíble labor que realizó mi padre
durante toda su vida.
Son 25 años ya sin él, pero no hay día que no le recuerde, aunque sea un instante. Pero sin pena ya. Con alegría y sobre todo con orgullo. A veces lo que le digo es “Venga, vamos. Mueve hilos por ahí arriba y haz que saquen estos números…”
Son 25 años ya sin él, pero no hay día que no le recuerde, aunque sea un instante. Pero sin pena ya. Con alegría y sobre todo con orgullo. A veces lo que le digo es “Venga, vamos. Mueve hilos por ahí arriba y haz que saquen estos números…”
Mi padre
siempre se ha llevado bien con todo el mundo, así que estoy seguro de que al que
sea, le tiene ya medio convencido.
Dicen
que me parezco mucho a él,
pero yo
prefiero morir con las chanclas puestas
(o en su
defecto, con las deportivas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario