El 
templo estaba en las montañas y era custodiado por un maestro y un guardián. 
Pero un día el guardián murió y el maestro reunió a sus discípulos para elegir 
un sucesor. Todos se sentaron en el suelo de la gran sala y el maestro colocó en 
el centro un precioso jarrón de la más fina porcelana china con una rosa recién 
cortada dentro de él. Señalando la vasija, les dijo: “éste que veis aquí es el 
problema. El primero que sea capaz de resolverlo tendrá el gran honor de ser el 
nuevo guardián”.
Se 
quedaron absortos mirando el florero. Todos estaban paralizados pensando qué era 
lo que representaba, cuál era el enigma. Hasta que de repente, uno de ellos se 
levantó de un salto, se acercó, sacó la flor, la tiró al suelo y la pisoteó. Después  
cogió el jarrón con las dos manos y lo estrelló con todas sus fuerzas contra el 
suelo. Narra la leyenda que el recipiente se rompió en mil pedazos y que el 
joven samurái gritó “¡¡a tomar por culo el jarrón!!” (cada uno cuenta la 
historia como quiere, eso me lo tendréis que admitir) . 
Entonces, ante el asombro de todos, el maestro se levantó, se 
acercó a él muy despacito y colocándole la mano en su hombro, dijo “señores, les 
presento al nuevo guardián del templo. Yo les dije que el jarrón era el 
problema. No importa lo bello o lo valioso que sea. Ustedes tenían el problema 
delante y lo tenían que resolver. Muchas veces nos sentimos paralizados porque 
en vez de afrontar los problemas, nos paramos a analizarlos. Da igual que sea 
una vasija milenaria, un amor que ya no tiene sentido o un camino que debemos 
abandonar. Solo existe una manera de solucionar un problema: atacarlo de frente. 
No debemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante del 
conflicto”.
Y es 
verdad que los problemas tienen un raro efecto sobre la mayoría de nosotros. Nos 
gusta contemplarlos, analizarlos… hay gente que incluso parece regodearse en 
ellos. Vosotros sin ir más lejos. Cuántas veces habéis pensado “voy a decirle a 
este muchacho que me borre, que esto no toca nunca”, pero luego leéis la 
chorradilla de cada semana (que tampoco es que sea porcelana china) y os dejáis 
llevar.
Quiero 
recordaros que tenéis compromiso cero. Que lo podéis dejar cuando queráis. 
Total, seguro que existe la reencarnación… Ya iréis a Kiribati en otra 
vida.
Os 
presento el jarrón de esta semana

A ver si 
lo convertimos en un porrón (…de millones)
Suerte, 
mis pequeños saltamontes.
A 
este paso, acabará siendo
una 
Peña milenaria.
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