martes, 10 de abril de 2018

Disfrutemos de tonterías. Sem. 14

Nuestro botín de Semana Santa: 40 céntimos.

 

Como sabéis, siempre busco alguna noticia o algún suceso para escribiros la chorradilla semanal. Pero esta vez no lo he buscado. Me ha llegado sola. Resulta que el otro día escribí una cosilla en Facebook y me respondió un amigo enviándome un artículo que me gustó mucho. Tanto que me parecía un plagio coger un poquito de aquí y otro poquito de allá, así que he decidido que ya que plagio, lo hago bien. Os lo paso enterito.

 

Pero antes, eso sí, el objeto de este mensaje: las combinaciones de esta semana

 

 

Rodéate de gente que disfruta fácilmente (incluso de las modas)

Publicado por Kiko Llaneras
 
Aunque es frecuente criticar las modas arbitrarias —como el vermú, la nostalgia o las bicis sin cambio—, yo creo que disfrutar de «tonterías» es una enorme virtud.
Pensemos en el verano. Criticamos a la gente por leer el nuevo de Millenium, por viajar a Benidorm, o por compartir fotos de gin-tonics con cardamomo. Criticamos a los tipos de treinta que deciden hacerse runners y a las chicas que se disfrazan de tenista para jugar un día al pádel. Incluso he visto criticar a esos turistas que recorren Madrid con un telescopio de hacerse selfies, que efectivamente van haciendo el ridículo, pero muertos de risa.
En realidad, estas personas han intuido una verdad primigenia: que a la vida se viene a pasar el rato. Y si uno acepta esa premisa, aunque sea un poco, entonces disfrutar de cosas intrascendentes es una virtud. Porque esas son las cosas que tenemos más a mano: ciertos paisajes, ciertas personas, algunos libros y algunas habitaciones, que decía James Salter. Por eso me gustan las personas que disfrutan de tonterías y hasta de las modas, sacando fotos del atardecer o leyendo revistas con textos muy largos.
En esencia, me gusta la gente que disfruta fácilmente.
Me gustan los fanáticos del vermú, incluso si antes nunca lo bebían y ahora resulta que sí.
Me gustan las chicas que viajan con una lista de «Las diez cosas que ver en Nueva York» y disfrutan íntimamente de ir tachando hasta dejar la ciudad como el planeta de los simios.
Me gustan los optimistas, como aquel amigo que los días nublados sale de casa sin paraguas porque quizás no llueva.
Me gustan los perseguidores de casualidades. Esas personas que al conocerte buscan a alguien que podáis conocer los dos. Si eres de Valencia, te informan de que conocen a un tipo de allí; si eres ingeniero, te dicen que su hermana también y que es rubia y se llama Ana y mide más o menos así —y entonces levantan la mano a media altura—. Son personas dedicadas a encontrar los lazos invisibles que nos unen. Que nunca desfallecen aunque casi nunca tienen éxito. Pero los rarísimos días en que descubren una conexión dan un saltito y les brillan los ojos. Felices.
Me gusta la gente de fútbol porque es intrascendente y por eso disfrutarlo es puro genio. Ya lo resumió Jabois: «Hay pocas cosas más felices y divertidas que ser madridista. Yo no las conozco».
Me gusta mi hermano porque cuando le preguntas si quiere desayunar te dice que quiere palomitas.
Me gustan las personas del poema de Borges:
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Me gusta la gente que odiaba cortar el césped y se ha apuntado a un huerto urbano, los que van dos veces a ver la misma película, quienes escuchan Interstellar pensando en el espacio y quienes escriben con estilográficas de distintos colores, siguiendo unas reglas arbitrarias pero muy importantes.
Lo diré otra vez: disfrutar fácilmente me parece una virtud y por eso respeto las modas. Y no me importa si son mainstream o hipster. Si alguien es feliz yendo de despedida a Ibiza, memorizando a Melville, leyendo El capital de Piketty o poniendo frases de azucarillo en su Facebook, todo me parece bien.
Lo extraño es lo contrario: pretender juzgar los pasatiempos ajenos. Y es que el día menos pensado se te aparece alguien diciendo: «Oiga, disfruta usted mal», y a ver cómo le explicas que su opinión al respecto no importa en lo más mínimo.
                                                                                                                                                                                            * * *
Me siento identificado en un montón de párrafos.


Víctor M. de Francisco
Perseguidor de casualidades
LA PRESILLA

Caído del cielo

Una vez mi hermano, siendo muy pequeño, cogió una piedra bien gorda y la lanzó para arriba con todas sus fuerzas gritando: “las cosas que caen del cielo no hacen daño”...

...5 puntos de sutura hubo que darle. Pobrecillo.

Me he acordado de aquello porque últimamente están cayendo cosas muy raras del cielo.

Y no me refiero solo a la nieve que ha caído en Madrid esta semana, que ya es raro. Es que el otro día en Pamplona, cayó una merluza congelada y rompió el parabrisas de un coche.

De verdad, no es coña. Buscadlo en internet.

Pero no queda ahí la cosa. Hace unos días, en Yakutia, que por lo visto es la zona más fría de Rusia (madre mía, cómo será), empezaron a caer lingotes de plata y de oro desde un avión. Dicen que fue un problema con el fuselaje, pero suena más a complot de historia de mafias. Vete tú a saber...

En fin, que con tanta precipitación, quién me dice a mí que no nos pueden caer a nosotros los 13,6 millones de Bote que hay en El Gordo de La Primitiva este domingo.

Que sepáis que este mensaje vale también para la semana que viene, en la que vamos a jugar desde el lunes y hasta el sábado la misma combinación a la Bono Loto, porque estoy fuera de Madrid y así me despreocupo.

Por cierto, vuelvo la semana que viene en avión. Espero que no se caiga.


Ciencia

Pues por unos motivos o por otros, esta sin duda está siendo la semana de la Ciencia y de los Números.

Primero porque el miércoles fue el Día Internacional del Número Pi (π ) (me ha costado 2 horas encontrar el simbolito en el teclado). Todos sabéis que en el modelo de fecha internacional, el mes va a antes que los días, por eso el miércoles fue 3.14. De ahí lo del Día del Número Pi, del que hablaremos otro día, que hoy voy volao.

Pero es que además esta semana ha terminado de morir Stephen Hawking, admirado hasta el extremo por todos nosotros aunque ninguno entendamos ni papa de lo que dice. Yo solo sé que hablaba de agujeros negros y en ese campo, no creo que este hombre tuviera más experiencia que nosotros. Vamos, dime tú a mí si apostar alrededor de 300€ semanales durante no sé cuántos años ya, y no conseguir acertar prácticamente nada, no es estar inmerso en un agujero negro de dimensiones infinitas.

Y ahí va a estar nuestra grandeza. Que vamos a demostrar que de los agujeros negros también se sale. Ya lo veréis.

Como os digo, está siendo la Semana de los Números y todavía tienen que ocurrir más acontecimientos relacionados con ellos. Por ejemplo, se podía producir una compensación merecida: la semana pasada, de 17 números que llevábamos, no acertamos ni uno, así que esta semana, los podíamos acertar todos. ¿no creéis?


Ahora en serio, la Semana de la Ciencia suele caer allá por octubre más o menos, pero yo no quiero esperar tanto. A ver si el domingo nos llevamos una alegría.



Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
Hasta los (pi) de no acertar nunca.

Galletas

No nos toca nada (bueno, la semana pasada 90 céntimos) y nos sentimos pobres, desgraciados, poco afortunados. Pero no es así. Las cosas no siempre son como creemos que son.

Os voy a contar una historia.

Fue en el aeropuerto Madrid Barajas cuando todavía se llamaba solo así. Un día de estos de huelga de controladores aéreos, que provocan unos retrasos insufribles.

Una muchacha aburrida, decidió comprar un paquete de galletas en una de las tiendas de la Terminal.

Cuando regresó a su asiento en una de las salas de espera próxima al embarque, buscó entretenimiento en su libro, que estaba muy interesante. A su lado se sentó un hombre que sacó una revista y también comenzó a leer.

Cuando ella cogió la primera galleta, el hombre también tomó una. Ella se sintió violenta, pero le dio vergüenza decirle nada. Y continuó leyendo.

Al rato se repitió la situación. Ella cogió una galleta y él, con total naturalidad, cogió otra. No se atrevía a decirle nada, pero su indignación hacía que no pudiera concentrarse y que volviera a leer el mismo párrafo una y otra vez sin saber lo que estaba leyendo.

Cada vez que ella tomaba una galleta, él cogía otra.

Estaba enfurecida. “Me están entrando ganas de meterle un puñetazo en el ojo” pensaba. De hecho, a punto estuvo de darle con el libro en la cabeza una de las veces que el tío descarado volvió a meter la mano en el paquete de galletas.

Así estuvieron hasta que tan solo quedó una. La chica, que aunque seguía mirando al libro, ya había abandonado por completo la lectura, pensó “queda una, a ver qué hace el sinvergüenza este”. Y no penséis que el hombre se acobardó. Todo lo contrario. Cogió la última, la partió por la mitad, se comió media sin inmutarse y dejó ahí la otra media.

La chica, a la que no le he puesto nombre, estaba enfurecida. Le iba a decir algo, cuando por fin anunciaron su vuelo.

Relajada, se sentó en su asiento, ya en el interior del avión, abrió el bolso para guardar su tarjeta de embarque y cuál fue su sorpresa cuando vio allí dentro su paquete de galletas intacto. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el hombre había compartido sus galletas con ella sin sentirse indignado, nervioso ni enfurecido. Sintió vergüenza…

Ya no había tiempo para disculpas, ni explicaciones. Él iba en otro vuelo.

¿Cuántas veces nos comemos las galletas de los demás? ¿Cuántas veces interpretamos la realidad al revés de cómo es? ¿Cuántas veces pensamos que somos unos desgraciados o que no tenemos suerte? Y ya que me he venido arriba haciendo preguntas ¿Cuándo coño nos va a tocar El Gordo de la Primitiva?

No somos desgraciados. Tenemos mucha suerte. Somos unos afortunados pase lo que pase con estas dos combinaciones


Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
Millones como rosquillas


El Récord

Hoy os traigo una historia emotiva. La de Jordan Bohannon.

Yo creo que todos o casi todos vosotros sabéis que me pirra el Baloncesto. De hecho, ya he hablado de Basket en alguna ocasión.

Resulta que en la universidad de Iowa hubo un jugador que hizo leyenda. Se llamaba Chris Street y consiguió una racha de 34 tiros libres convertidos de forma consecutiva, que es el récord en la historia de los Iowa Hawkeyes (tampoco me parece a mí la bomba, por cierto). Lo carismático de este hecho no es tanto que fallara el lanzamiento número 35, sino que el pobre Chris nunca lo llegó a tirar porque falleció en un accidente de coche al día siguiente de batir el récord. Eso fue en 1993.

Y hasta esta semana nadie se había acercado a esa marca. Pero el otro día Jordan Bohannon acudió a su partido contra Northwestern con muchas probabilidades de llegar a esa cifra. Y efectivamente, llegó el momento en el que tuvo que acudir a la línea de tiros libres para batir el récord de Street (no me he llegado a enterar si para batirlo o para igualarlo, la verdad).

Recibió el balón del árbitro, botó, respiró, miró al aro, flexionó… y tiró un mendrugo que apenas llegó al aro. Después, se llevó la mano al pecho y de ahí, alzó el dedo hacia el Cielo.

“Este no es un récord que yo debería tener. Merece permanecer en su nombre”.

Por cosas como estas me gusta tanto el Deporte en general y el Baloncesto en particular.

Y lo curioso es que el tío ha conseguido muchísima más repercusión así, que si lo hubiera metido.

Bueno, como casi todas las historias que escribo, esta no sirve para nada ni viene a cuento, pero os garantizo, que si este fin de semana, en la Bono Loto del sábado o en el Gordo de la Primitiva del domingo sale el 8, y luego 14, y luego 17, y luego el 29… y al final el niño de San Ildefonso de turno saca un mendrugo que no coincide con alguno de los números que nosotros llevamos, me lo como con patatas.



Aunque en realidad, a mí si me ha servido mucho esta historia. Me ha servido que para darme cuenta de lo magnífica persona que soy: llevo 25 años dedicándole todos mis tiros libres a Chris Street… y yo sin saberlo.

Buen fin de semana.


Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
34 semanas seguidas (por lo menos)
sin dar ni una.
¿Eso no tiene premio?