viernes, 29 de mayo de 2020

La Esquina del Zorro

Cuando y donde menos te lo esperas, surge la Esperanza.

Sabéis que me gusta hablaros de vez en cuando de Vallecas, porque aunque el barrio es como es, uno lo sigue llevando en el corazón.

El Puente tiene sus encantos, pero he de reconocer que tiene muchas cosas malas. Y este tiempo de confinamiento me ha servido para descubrir aún más. Pero no os voy a hablar de eso. Al revés. Os voy a hablar hoy de mi última sorpresa. Grata sorpresa.

El martes llevé el coche al taller, que está en el Puente de Vallecas profundo. Imaginad una calle larga (Monte Igueldo) que tiene un primer tramo muy comercial, donde los alquileres son altos, están cerca el Metro, los autobuses, comercios de prestigio, como La Presilla (si supiera, aquí pondría un emoticono guiñando un ojo) y un Mercado. Pero a partir precisamente del Mercado, la fisonomía de la calle cambia radicalmente. Solo se ven locales cerrados (ha cerrado allí hasta un chino), suciedad, casas muy humildes por fuera y destartaladas por dentro. La población tira más al Bronx que a la Sexta Avenida. Y a parte de algún taller, por ahí solo resisten abiertos los bares, las fruterías de mala calidad y alguna peluquería de caballeros (normalmente, caballeros dominicanos).

El año pasado se pusieron muy de moda en esta zona los narcopisos, pero parece que eso se va controlando. Lo que no pasa de moda son los enfrentamientos cada fin de semana entre los Ñetas y los Latin Kings.

El caso es que el martes llevé el coche y cogí un itinerario diferente al habitual. Y de repente, en la misma calle del taller (c/ Ramón Calabuig) me llamó la atención un local. Un local que perfectamente podría estar situado en el Barrio de Salamanca (para los que no sois de Madrid, uno de los barrios más ricos de la ciudad).

Un local con unos escaparates gigantes, la carpintería pintada de azul, un cartel con el nombre de la tienda, que sin ser especialmente llamativo es atrayente. Y desde fuera, lo que se veía era un orden y un mimo en cada detalle que llamaría la atención en cualquier distrito (no digamos ya ahí).

Pero si ya eso en sí mismo parece un milagro, no os lo vais a creer cuando os diga lo que vende... ¡libros!

Es una librería. En los tiempos que corren, en los que ya no lee nadie y los pocos que leen, lo hacen en formato digital, va una persona (o grupo de personas) y tiene los cojones de montar una librería de diseño en mitad de la desolación.

“¡Menuda idea descabellada!” Pensaréis, igual que lo pensé yo. Pero lo más increíble es que como iba en coche y no pude parar (prometo acercarme en cuanto pueda), he investigado en internet (https://www.librerialaesquinadelzorro.com/ ) y resulta que han cumplido 9 años. Es decir, que es una tienda establecida y asentada ya en el barrio.

No me digáis que no da alegría.

Cuando todo es decadencia y pobreza, encontrar un oasis así, te hace pensar que cualquier cosa, con trabajo, con esfuerzo y con cariño, puede salir adelante. Y no hablo solo de un negocio. Hablo de cualquier cosa, desde un estado de ánimo hasta una combinación de Euromillones como esta, que jugamos esta noche




Leer nos hace libres.
Sobre todo, leer nuestra combinación,
mañana en el periódico.

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