miércoles, 21 de noviembre de 2018

En guerra


Antes de nada, os adelanto que corto y pego casi todo del blog de Diego González: https://fronterasblog.com/  porque de todo lo que he leído sobre esta hazaña, es el que más me ha gustado. De hecho, si consigo localizar a este hombre, le regalaré una participación de la Peña de esta semana.

La Historia de España, como la de cualquier país está plagada de guerras, batallas, conquistas, victorias y derrotas. Son pocos los países europeos contra los que los ejércitos españoles no han luchado en algún momento. Pero lo que casi seguro no sabéis la mayoría de vosotros es que la guerra más larga de la Historia de España no se libró contra ninguno de nuestros adversarios tradicionales. Es más, no se libró en absoluto. Y ni siquiera la declaró España. Ni ninguno de los viejos reinos que la formaron.

Esta es la historia de cómo un pueblo del norte de Granada le declaró la guerra a Dinamarca y tardó 172 años en firmar la paz:

La España de Napoleón Bonaparte y la España de Carlos IV firmaron en 1796 el Tratado de San Ildefonso según el cual ambos estados acordaban mantener una política militar común respecto a Gran Bretaña, enemigo de ambos países en aquel momento. En el contexto de ese tratado en 1807 España envió una expedición a Dinamarca de más de 13.000 hombres para evitar desembarcos ingleses en Jutlandia; Dinamarca estaba en guerra con Suecia y la intención era que los españoles participaran en esa guerra.

Pero en 1808 se produjo el Motín de Aranjuez y la abdicación de Carlos IV, y el inicio de la Guerra de Independencia Española. Las tropas españolas pasaron pues de ser aliados, a ser un ejército rebelde aislado en tierra enemiga. La expedición española quedó retenida en Dinamarca por orden de Napoleón, y fue dispersada por todo el territorio danés para evitar la acumulación de soldados enfurecidos.

Ya en 1809 la situación de las tropas españolas aisladas en Dinamarca se conoció en España, y la Junta Suprema, organismo de gobierno español durante la ocupación napoleónica, decidió cortar todas las relaciones con Dinamarca. La noticia llegó a Huéscar (Granada).

Mucho se habla de los vascos, pero los de Huéscar son conocidos por ser tipos aguerridos y con cojones. Y allí, el ayuntamiento, solemnemente, decidió declararle la guerra a Dinamarca el 11 de noviembre de 1809.

Luego las tropas españolas e inglesas consiguieron derrotar a las francesas, volvió el desgraciado de Fernando VII y se firmó la paz entre vecinos, pero en Huéscar olvidaron que estaban en guerra con Dinamarca, mientras que en Dinamarca ni siquiera tenían constancia del asunto, lógicamente.

Así pasaron las décadas, con el estado de guerra en vigor, hasta que a principios de los años 80 del siglo pasado un investigador granadino, Vicente González Barberán, descubrió en los archivos municipales de Huéscar el documento original de la declaración de guerra, y anunció a los perplejos vecinos su situación bélica al publicar la historia en una revista local.

La cosa no habría pasado de ahí de no ser porque el diario granadino Ideal recogió la noticia. De ahí pasó a la agencia EFE y de esa manera se enteró el corresponsal de la televisión pública danesa en Madrid, Jorge Jensen, que, quizá falto de otras noticias de mayor enjundia (el hallazgo se llevó a cabo en agosto de 1981), le dio cobertura informativa. Aquello fue una bomba en Dinamarca, donde la noticia de que una aldea de las montañas españolas les había declarado la guerra siglo y tres cuartos antes les llenó de hilaridad y diversión.

El profundo deseo de paz de los granadinos, que por otro lado ni siquiera tenían la más remota idea de haber estado en guerra todo ese tiempo, llevó a que en el ayuntamiento se celebrara un pleno de lo más entretenido en el que se aprobó iniciar las negociaciones con Dinamarca para la firma de un tratado de paz. El embajador danés obtuvo de su país los poderes para negociar en nombre del estado escandinavo, y en noviembre de 1981, ciento setenta y dos  años después de la declaración de guerra, Huéscar y Dinamarca firmaron el final de las hostilidades. Hostilidades que nunca habían tenido lugar, cierto, pero ser ordenado es una virtud, y tener una guerra pendiente por ahí no es de gente de bien.

El día del tratado de paz fue una auténtica fiesta. Centenares de ciudadanos daneses, además del embajador y todo el personal diplomático de la delegación danesa, acudieron a Huéscar. Docenas de medios de comunicación españoles y daneses, pero también del resto de Europa e incluso alguno americano se dieron cita para dar fe del final de la guerra más larga de la Historia de España.

Los balcones de Huéscar amanecieron tapizados de banderas españolas y danesas, y en la carretera de acceso al pueblo fueron instalados carteles que rezaban en danés, “Atención daneses, entran en territorio enemigo. Si siguen adelante, aténganse a las consecuencias”. La celebración fue denominada como Fiesta de la Amistad y contó con la presencia de más de diez mil personas, entre ellos, al menos uno de nuestros socios peñistas y un montón de daneses que habían venido disfrazados de vikingos (cascos con cuernos, espadas de madera y escudos con la leyenda Dansk Spansk Samvirke, “Amistad hispano danesa”).

Fiesta solo comparable a la que vamos a organizar nosotros cuando nos toque esta participación



El salón de plenos del ayuntamiento, desbordado por la presencia de cámaras de televisión y corresponsales internacionales, rompió en aplausos cuando se aprobó la paz. El embajador danés, por su parte, narró cómo había puesto a sus espías a trabajar inmediatamente después de conocer la noticia, y su alivio al recibir la información de que aparentemente las tropas de Huéscar no iban a ser movilizadas a corto plazo. Después de la firma de la paz se inauguró una calle en homenaje a Dinamarca y los locales y los invitados procedieron a ponerse ciegos de comida y vino, que es de lo que se trataba. El lema de la fiesta era simplemente maravilloso: “Afortunadamente, siempre habrá una paz que declarar, una copa con que brindar y unos amigos a quienes abrazar”. Todo un himno a la paz y a la concordia para finalizar una guerra que nunca existió.






Víctor M. de Francisco
LA PRESILLA
Ojalá todas las guerras fueran así.

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