viernes, 12 de marzo de 2021

Animales de costumbres

 Estamos todos locos por que nos toque la lotería. Quién no ha pensado alguna vez en lo que haría, en dónde iría, en la sensación de libertad que generaría…

Pero no te equivoques. Por mucho dinero que consiguiéramos, salvo algún intrépido/a, nos cambiaría muy poco la vida.

A esta conclusión llegué el otro día pensando en mi madre:

Mi madre vive sola. Su cuarto de estar da a una plaza. Y cuando la cruzo con el coche, sobre todo por la noche, soy incapaz de pasar sin echar una mirada a la ventana. Y siempre siempre, está la luz de la lámpara que tiene al lado del sillón, encendida. Eso me da tranquilidad. Porque sé que está tan a gusto viendo la tele, haciendo sopas de letras o leyendo. Sin duda, ese sillón es su zona de confort (nunca mejor dicho).

Pero no es solo mi madre. Si lo piensas, no es simplemente que cada noche te sientas un rato a ver la tele. Es que te sientas siempre en el mismo sitio del sofá. ¿Y dónde desayunas o dónde cenas? No es que lo hagas siempre en la cocina o en el salón, es que lo haces en el mismo lado de la mesa ¿sí o no?

Y así con todo. Calcula el porcentaje de tiempo que vives fuera de tu lado de la cama, de su sitio del sofá y de tu puesto de trabajo. Se reduce considerablemente ¿a que sí? Eso sin contar que cuando sales a tomar café, sueles ir a uno de los dos mismos bares, cuando vas a la compra eliges entre los dos mismos supermercados… al final se lo ponemos muy fácil a las aplicaciones estas de móvil de inteligencia artificial.

Conclusión de la conclusión: que lo importante no es dónde estemos, sino con quién. Y lo que hacemos. Da igual dónde nos tomemos el café o la caña. Lo importante es echar el rato con quien te apetezca. Da igual el mercado. Lo importante es preparar una comida que pienses que va a gustar. Y da igual estar aplastado siempre en el mismo lado del sillón. Lo importante es la caricia espontánea de la persona que tienes al lado.

Conclusión de la reconclusión: que el próximo día que cruce la plaza, lo que tengo que hacer en vez de mirar, es aparcar y subir.

Requeteconclusión definitiva: que sí, que sí… que todo eso está muy bien, pero que nos toque un buen premio y nos den la oportunidad de saber si somos capaces de volar. Que queremos conocer las Kiribati. Aunque sea para ir todos los días al Kiridona o para tumbarnos siempre en la misma hamaca.

Os recuerdo el pasaporte

 

 

 

Víctor M. de Francisco

 

Lo del Kiridona, un poquito

cogido por los pelos ¿no?

viernes, 5 de marzo de 2021

Psíquica cuántica

Esta es la historia de cómo partiendo de una chorrada, llego a otra mucho mayor que quizá, quién sabe, dentro de un montón de años un científico aburrido lea el blog y encuentre aquí la base de una teoría que ponga el mundo al revés.

Y ya puestos a enredar, os la voy a contar empezando por el final.

Creo que nunca seré capaz de entender la física cuántica. El concepto, me refiero.

Mira que he intentado entenderlo… Así a lo bestia, la diferencia entre un ordenador convencional y un procesador cuántico radica en que el primero utiliza ceros y unos para programar y en el segundo tanto los ceros como los unos, a veces se comportan como ceros y otras veces como unos.

Vamos, un jaleo. Pero yo decía que no entiendo el concepto, es decir, para qué sirve. Porque la explicación de los 0, los 1, los bits, los qubits y el campo magnético... eso es más complicado que acertar el Euromillones (vosotros sabéis de lo que estoy hablando).

El caso es que dicen que los avances son brutales. Por ejemplo que una misma partícula puede estar en dos sitios a la vez. O lo que es lo mismo, que un cuerpo que está aquí, sin hacer nada puede aparecer ahí: teletransportación.

Lo dicho, que no entiendo nada. Sobre todo cuando se trata de algo físico. Mi cabeza no da para eso.

Pero sin embargo, sí entiendo perfectamente que nuestra mente haga click y pase de ser un cero a un uno (o viceversa) sin motivo aparente.

En ese sentido, hay un cuento muy interesante que seguro que muchos conoceréis, sobre el dinero circulante:

Se desarrolla en un pueblo afectado por la crisis económica. La gente está triste. Y entonces llega un magnate ruso, entra en el hotel del municipio y pide ver las habitaciones antes de decidir en cuál quedarse.

El director le dice que no hay ningún problema, pero que antes tendrá que abonar la estancia de una noche.

El ruso entrega 100€ y comienza el tour de habitaciones.

Mientras, el director coge el dinero y va a la cocina. Le entrega los 100€ al cocinero y le pide disculpas por los atrasos en la nómina.

El cocinero, con ese dinero, cruza la calle y entra en la carnicería para pagar los 100€ que le debía. El carnicero a su vez, hace lo propio con el ganadero justo en el momento en el que llega el de los piensos para las vacas. El ganadero le da el dinero al de los piensos y este se acerca al hotel a saldar la deuda de una “noche loca”. (Aquí vendría un emoticono guiñando un ojo, o unos tacones, o algo).

El director del hotel recibe el billete en el preciso instante en el que el ruso baja las escaleras diciendo que le devuelva el dinero porque no hay ninguna habitación que le guste.

Conclusión; en un pis pas la gente del pueblo ha pasado de estar mustia y deprimida, a estar liberada de deudas y cargada de confianza y optimismo. Sus mentes, sin un cambio aparente, han pasado del 0 al 1.

A esto me refería con el concepto que me he inventado yo solito de “psíquica cuántica”.

Como os decía, todo este rollo parte de una noticia, la chorrada de la que hablaba, que me hizo llegar mi buen amigo Carlos (por cierto, me acabo de dar cuenta de que hay un montón de Carlos en esta Peña, y todos buenos amigos).

La noticia venía a decir que una pareja de jóvenes británicos (Rachel y Liam), felices aunque sin mucho dinero, llevaban meses jugando la misma combinación de Euromillones (6, 12, 22, 29, 33, Estrellas: 6 y 11). La semana pasada volvieron a apostar sin darse cuenta de que el banco había rechazado la operación por falta de fondos.

Lo peor es que en el Euromillones del pasado viernes 26 de febrero, esa combinación fue agraciada con un premio de 210 millones de euros.

¿Os imagináis lo que pasaría por las cabezas de esos muchachos? Primero emoción y alegría, pero después sorpresa, enfado, desilusión, cabreo, frustración, tendencia al suicidio... ¿o quizá al asesinato? Y en realidad nada ha cambiado en sus vidas. No ha ocurrido nada y sin embargo, me temo que nada será igual.

Yo, como sabéis, estoy en Primero de Física Cuántica. De momento, solo sé convertir vuestros unos en ceros. A ver si algún día paso de curso y consigo hacerlo al revés. O al menos, pasar los ceros a la derecha, que a la izquierda no valen nada.

Hablando de vuestros ceros, la semana que viene os pasaré el saldo, que hace ya una eternidad que no os doy información de cómo estais. Mientras, os presento el vehículo con el que nos vamos a teletransportar a las Kiribati

 

¿Te imaginas que pudiéramos decir “¡RATICULÍN, FU FU!” y zas, aparecer en otro lado...? Sería la bomba ¿eh?

 

 

En cuantico nos toque,

nos vamos a Kiribati.

 

 

 

viernes, 26 de febrero de 2021

Una diosa griega, una estudiante de diseño y los Deportes de la Cinta Azul

 En 1968 nace una empresa de calzado deportivo por la que nadie habría dado a priori un duro. Y es que una empresa que se llama Blue Ribbon Sports (BRS), en español, los Deportes de la Cinta Azul, la verdad es que no invita a calzarte sus zapatillas para ir a los Juegos Olímpicos.

Phil Knight, el fundador de aquella empresa, empezó a darse cuenta de que llamándose así no se iban a comer un colín y en 1971 comenzó a darle vueltas al tema del nombre de la marca. Fue entonces cuando Jeff Johnson, un empleado de la empresa, sugirió un nombre mucho más original: NIKE.

Vuelvo como otras veces al tema de la pronunciación; casi todos habréis leído NAIK, salvo los que seáis más pijines, que habréis dicho NAIKI. Pero en realidad el nombre viene de la diosa griega de la Victoria, que se llamaba NIKÉ, con el acento en la E (enhorabuena mamá, seguro que eres la única que lo has leído bien). Para que le pongáis cara, hay una versión muy famosa en el Louvre, que es la Victoria de Samotracia.

Tengo que decir que ponerle el nombre de una diosa griega a una empresa, personalmente me parece una horterada. Y de hecho, tampoco es que mejorara la cosa considerablemente. 

Tal es así, que Phil Knight empezó a comerse el coco entonces con el logo. Las tres rayitas de Adidas le tenían obsesionado. Cualquiera era capaz de identificar ese logo. Así que en 1972 convocó un concurso para elegir el símbolo de la empresa.

La condición era que el diseño debía dar sensación de movimiento. 

El concurso lo ganó Carolyn Davidson, una estudiante de diseño, que se inspiró en la forma de las alas de la diosa. 

Hay toda una teoría sobre el diseño del logo; que si apunta hacia arriba, que si muestra movimiento, que si primero cae y luego sube como muestra de resiliencia frente a la adversidad… Yo creo que Carolyn lee estas teorías en casa con una cerveza y es la primera que flipa con la imaginación de la gente.

Lo cierto es que a Phil Knight no le gustó nada el chirimbolo (bueno, el nombre técnico es Swoosh). Estas fueron sus palabras: "el logo no me enamora, pero supongo que me acabaré acostumbrando".

A Carolyn le despacharon con 35$. Sí, sí. 35 dólares. Aunque en honor a la verdad, hay que decir que 10 años después, ya iniciado el éxito, el señor Knight (todo un caballero) localizó a Carolyn Davidson y en un evento organizado por la empresa le hizo entrega de un anillo de diamantes, un diploma y un sobre con una cantidad considerable (aunque nunca desvelada) de acciones de la empresa. Gesto que ella siempre reconoció como un acto de generosidad porque como decía, "yo le facturé en su día y él pagó la cuenta".

Lo curioso es que eso fue en 1982. Sin embargo, la gran apuesta de Nike no llega hasta 1984, año en el que decide fichar a un chaval que parece que va para figura, pero que en realidad aún es poco conocido. Algún día tendremos que hablar de este episodio.

En fin, en España no pasan estas cosas. Una empresa decide ponerse el nombre de Victoria y no pasa de calzar a abuelillas que van a hacer la gimnasia al Hogar del Jubilado.

En La Presilla tenemos nombre, tenemos logo... y solo nos falta hacer realidad la gran apuesta, que perfectamente podría ser esta

 

Última oportunidad del mes para conseguir los 210 millonazos de euros que sigue habiendo de Bote.

 

 

 

Just do it

 

viernes, 19 de febrero de 2021

El arte de no hacer nada

 Hace unos años, hablando con el camarero de un bar en el Camino de Santiago, me decía que él decidió dejar Madrid e irse a vivir al pueblo un día que no trabajaba ni tenía nada que hacer, y aún así salió corriendo por los pasillos del Metro arrollando casi a una mujer, porque se le iba el tren.“En ese momento me di cuenta de que ese ritmo no era para mí” decía.

 Un auténtico visionario el tío, porque parece que esa es la nueva tendencia: parar.

Puede que sea porque el ritmo al que vivimos es insostenible a largo plazo, o puede que sea porque esta pandemia nos está impidiendo disfrutar de placeres a los que estábamos acostumbrados, como quedar con mucha gente, viajar, etc. y nos está haciendo descubrir nuevas formas de disfrutar de la vida, de una manera mucho más pausada.

Y no solo en el ocio. También en el trabajo. Antes se decía aquello de “esto es como ir en bicicleta, si te paras, te caes”. Eso lo explica infinitamente mejor que yo, Víctor Kuppers (buscadle en YouTube, merece la pena). Y es verdad que aún hoy todavía tenemos sentimiento de culpabilidad si paramos, pero a veces es necesario hacerlo para resetear y para redefinir el camino o la estrategia.

Parar.

Un artículo de la BBC, que es de donde he sacado la idea del tema de hoy (en español eh...), habla de que la Organización Mundial de la Salud declaró el estrés como “la epidemia del sXXI” (antes de que pasara todo esto, claro).

Sin embargo, ante la nueva normalidad que nos ha tocado vivir, la gente empieza a encontrarse cómoda cuando está sin hacer nada o en actividades sencillas carentes de necesidades económicas como una ducha de agua caliente o un paseo por el campo.

En este sentido, os voy a contar una intimidad: cuando voy a la playa en verano, normalmente cuando estoy terminando ya mis vacaciones, suelo entrar al mar, me alejo de la orilla y me quedo un buen rato flotando en el agua haciendo el muerto. Y ahí, yo solo, al albur de que venga una gaviota a por mí en picado pensando que soy una merluza, me dejo llevar pensando en lo que me espera cuando vuelva y a la vez, en lo afortunado que soy de poder estar ahí después de todo el año de trabajo. Bueno, pues ese hecho que consiste básicamente en no hacer nada, no solo me recarga las pilas al instante, sino que me sirve para recordarlo muchas veces durante los momentos de agobio, y me transmite paz.

Es una gilipollez, pero es muy importante para mí pensar que pase lo que pase, volveré a hacer lo mismo el próximo verano.

Así que reivindiquemos el no hacer nada de vez en cuando.

Y hablando de eso, lo de esta noche no va a ser parar. Va a ser un frenazo en seco. Y es que ya no son 130, ni 160... Son 202 millones de euros. Vamos, que me voy a comprar un neopreno, me voy a ir a Huelva, me voy a hacer el muerto y voy a dejar que las corrientes del océano me lleven hasta las Kiribati.

Os recuerdo la foto de la colchoneta

 

 

Buen fin de semana.

 

 

 

 

 

 

Víctor M. de Francisco

Un poco merluzo sí que soy.

 

viernes, 12 de febrero de 2021

Optimismo

 

Hoy vengo con una noticia mala y otra buena; la mala es que no nos tocaron los 130 millones. La buena es que para esta noche el Bote alcanza los 163.

Y es que esa debe ser siempre la actitud: ver la botella medio llena.

En este sentido, el otro día leí una anécdota de Freud que me gustó. Supongo que será una leyenda urbana, como pasa con Einstein o Groucho, que cualquier frase chula se la atribuyen rápidamente en un meme a uno de los dos (a veces incluso me llega la misma frase por sitios diferentes, una vez adjudicada a uno y otra vez al otro). El caso es que no sé si será verdad o no, pero cuando los nazis quemaron todos los libros de Freud (eso sí es cierto porque está documentado), este dijo: “Qué magnífico es el progreso del Ser Humano. Hoy queman mis libros. Hace 500 años me hubieran quemado a mí.”

Y es que el rasgo más característico del optimismo es pensar siempre en positivo. 

¿Queréis que os diga más características? Venga va, a ver cuántas cumplís:

  • Caminar mirando adelante y arriba, con la espalda erguida. Según esta, yo soy un cenizo.
  • Variar el tono de voz. No limitarse a hablar, sino expresar los sentimientos con matices y cadencias alegres. Pues mal también. Yo aburro a las vacas hablando...
  • Controlar los pensamientos negativos y animarse a probar cosas nuevas. Eso sí ¿ves? Yo la negatividad trato de cambiarla el polo cuanto antes. Y lo de probar, también.
  • Tener siempre proyectos y metas. Bueno, de eso no hay duda ¿no? Yo, a las Kiribati ya las tengo reorganizaditas enteras.
  • Agradecer a otros y sí mismo. No me canso de agradeceros que sigáis ahí.
  • No juzgar. Simplemente aceptar a la gente tal como es. Diría que esa frase me define.
  • Ser generosos y compartir. Y yo quiero compartir con vosotros los 163 millones que van a salir de estas combinaciones

En resumen, que siendo optimista se vive más alegre. Y como dijo Churchill (por cierto, Churchill es otro que debió vivir 200 años para que le diera tiempo a decir todo lo que se le atribuye) “un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad, y un optimista ve la oportunidad en cada dificultad”.

 Buen fin de semana

 

 

 

Piensa que va a salir bien.

 

Los caballos y la música

 

Hoy os traigo entretenimiento para el fin de semana.

Pero antes, deciros que la de la semana pasada, mal.

Para esta semana Iribarren nos propone una combinación curiosa; 4 fijos, que además van complicándose en cada carrera (el que ha elegido para la cuarta carrera no es fácil). Pero si llegamos vivos a esa cuarta, esta va a ser una carrera súper emocionante porque la veremos sabiendo que la quinta la tenemos acertada sí o sí.

Veremos a ver...

El entretenimiento. Como sabéis, las combinaciones las hace casi siempre Carlos Iribarren. Pero él no se dedica a esto. Esto solo una afición. Él es locutor de radio. Y ha conseguido unir dos de sus pasiones en este podcast http://clasicafmradio.es/podcasts/hoy-toca/hoy-toca-el-caballo/  con un resultado maravilloso.

Ha conseguido llevar a José Luis Martínez (algo así como el Iniesta del Turf español) al estudio, para hablar un poquito de música y mucho (y muy interesante) de caballos.

Os dejo la combinación, pero de verdad, no os perdáis el programa porque merece mucho la pena.

 

Un abrazo.

Buen fin de semana.

 





 

 

Vic.

viernes, 5 de febrero de 2021

Palabras

 El vocabulario castellano como el de cualquier parte del mundo es extremadamente rico. Y en su riqueza descubrimos palabras a las que le pasan cosas muy raras, sobre todo cuando intentamos internacionalizarlas. Os pongo algún ejemplo: hay un famosísimo hotel en Madrid que se llama Eurobuilding.

Muy bien, me gustaría saber cómo lo habéis pronunciado. La mayoría habrá dicho “Eurobilding”. Pero en realidad no tiene sentido porque si no pronuncias de forma inglesa el euro, no tienes por qué pronunciar de forma inglesa el building. Es decir, sería “iurobilding” o “eurobuilding” como suena.

Otro ejemplo. Cuando hablamos de la ciudad alemana, para hacernos los chulitos, hablamos de Miunik, que queda súper guay. Pero en realidad los alemanes a Munich le llaman München con lo cual tratamos de pronunciar en inglés (supongo) una palabra que es alemana. Ningún sentido.

Luego hay palabras feas. Pederastia no hay por dónde cogerla. Ni por pronunciación, que yo siempre trato de meter una R por algún sitio, ni por supuesto por significado.

 Y por último, hay palabras confusas. No es lo mismo un billón dicho por un europeo (que sería un millón de millones), que un millón dicho por un americano (que serían mil millones).

 En cualquier caso, a mí ya me confundirían los 130 millones que hay esta noche en Euromillones.

 

 

Por cierto, a vosotros... ¿os gusta el corrusco del pan? ¿O es coscurro? No sé. En realidad, yo creo que le llamo currusco.

 Buen fin de semana.

 

Palabrería