viernes, 5 de marzo de 2021

Psíquica cuántica

Esta es la historia de cómo partiendo de una chorrada, llego a otra mucho mayor que quizá, quién sabe, dentro de un montón de años un científico aburrido lea el blog y encuentre aquí la base de una teoría que ponga el mundo al revés.

Y ya puestos a enredar, os la voy a contar empezando por el final.

Creo que nunca seré capaz de entender la física cuántica. El concepto, me refiero.

Mira que he intentado entenderlo… Así a lo bestia, la diferencia entre un ordenador convencional y un procesador cuántico radica en que el primero utiliza ceros y unos para programar y en el segundo tanto los ceros como los unos, a veces se comportan como ceros y otras veces como unos.

Vamos, un jaleo. Pero yo decía que no entiendo el concepto, es decir, para qué sirve. Porque la explicación de los 0, los 1, los bits, los qubits y el campo magnético... eso es más complicado que acertar el Euromillones (vosotros sabéis de lo que estoy hablando).

El caso es que dicen que los avances son brutales. Por ejemplo que una misma partícula puede estar en dos sitios a la vez. O lo que es lo mismo, que un cuerpo que está aquí, sin hacer nada puede aparecer ahí: teletransportación.

Lo dicho, que no entiendo nada. Sobre todo cuando se trata de algo físico. Mi cabeza no da para eso.

Pero sin embargo, sí entiendo perfectamente que nuestra mente haga click y pase de ser un cero a un uno (o viceversa) sin motivo aparente.

En ese sentido, hay un cuento muy interesante que seguro que muchos conoceréis, sobre el dinero circulante:

Se desarrolla en un pueblo afectado por la crisis económica. La gente está triste. Y entonces llega un magnate ruso, entra en el hotel del municipio y pide ver las habitaciones antes de decidir en cuál quedarse.

El director le dice que no hay ningún problema, pero que antes tendrá que abonar la estancia de una noche.

El ruso entrega 100€ y comienza el tour de habitaciones.

Mientras, el director coge el dinero y va a la cocina. Le entrega los 100€ al cocinero y le pide disculpas por los atrasos en la nómina.

El cocinero, con ese dinero, cruza la calle y entra en la carnicería para pagar los 100€ que le debía. El carnicero a su vez, hace lo propio con el ganadero justo en el momento en el que llega el de los piensos para las vacas. El ganadero le da el dinero al de los piensos y este se acerca al hotel a saldar la deuda de una “noche loca”. (Aquí vendría un emoticono guiñando un ojo, o unos tacones, o algo).

El director del hotel recibe el billete en el preciso instante en el que el ruso baja las escaleras diciendo que le devuelva el dinero porque no hay ninguna habitación que le guste.

Conclusión; en un pis pas la gente del pueblo ha pasado de estar mustia y deprimida, a estar liberada de deudas y cargada de confianza y optimismo. Sus mentes, sin un cambio aparente, han pasado del 0 al 1.

A esto me refería con el concepto que me he inventado yo solito de “psíquica cuántica”.

Como os decía, todo este rollo parte de una noticia, la chorrada de la que hablaba, que me hizo llegar mi buen amigo Carlos (por cierto, me acabo de dar cuenta de que hay un montón de Carlos en esta Peña, y todos buenos amigos).

La noticia venía a decir que una pareja de jóvenes británicos (Rachel y Liam), felices aunque sin mucho dinero, llevaban meses jugando la misma combinación de Euromillones (6, 12, 22, 29, 33, Estrellas: 6 y 11). La semana pasada volvieron a apostar sin darse cuenta de que el banco había rechazado la operación por falta de fondos.

Lo peor es que en el Euromillones del pasado viernes 26 de febrero, esa combinación fue agraciada con un premio de 210 millones de euros.

¿Os imagináis lo que pasaría por las cabezas de esos muchachos? Primero emoción y alegría, pero después sorpresa, enfado, desilusión, cabreo, frustración, tendencia al suicidio... ¿o quizá al asesinato? Y en realidad nada ha cambiado en sus vidas. No ha ocurrido nada y sin embargo, me temo que nada será igual.

Yo, como sabéis, estoy en Primero de Física Cuántica. De momento, solo sé convertir vuestros unos en ceros. A ver si algún día paso de curso y consigo hacerlo al revés. O al menos, pasar los ceros a la derecha, que a la izquierda no valen nada.

Hablando de vuestros ceros, la semana que viene os pasaré el saldo, que hace ya una eternidad que no os doy información de cómo estais. Mientras, os presento el vehículo con el que nos vamos a teletransportar a las Kiribati

 

¿Te imaginas que pudiéramos decir “¡RATICULÍN, FU FU!” y zas, aparecer en otro lado...? Sería la bomba ¿eh?

 

 

En cuantico nos toque,

nos vamos a Kiribati.

 

 

 

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