¿Conoces el Drago 
Milenario de Tenerife? Es un árbol precioso, que como puedes intuir por el 
nombre, no fue plantado anteayer. ¿Te imaginas que vas a visitarlo y mientras el 
guía os está explicando que lleva allí más años que la orilla del río, va el 
árbol y hace crack-crajj-crajj-crack… y se seca de golpe y se 
cae?
Pues algo así 
parecido me pasó a mí el otro día en Carlos Díez. ¿No sabes quién es Carlos 
Díez? Yo tampoco he tenido el gusto de conocer a ese señor. Solo sé que aportó su nombre a una de las tiendas más emblemáticas del Puente de Vallecas. Bueno, 
en realidad, el nombre correcto es Viuda de Carlos Díez. Es decir, que el Sr. 
Díez debió vivir allá por mediados del siglo XIX, porque el local fue fundado en 
1.881. Es el típico ultramarinos de barrio de toda la 
vida.
El caso es que el 
viernes fui a comprar unas verdinas (por cierto, las hizo mi mujer con cachetes 
de merluza, y no te imaginas lo riquísimas que estaban) y me dijeron que el 
lunes ya no abrían. 
Unos 
10 
metros  de mostrador de mármol atendidos por cuatro 
hombres. Todos ellos familia. 
A la izquierda 
siempre había bacalao desalado y en la estantería todo tipo de botes; Cola Cao, 
miel, café… Mi preferido, que además estoy pensando que ya no sé dónde lo podré 
encontrar, era un tarro de “Deshollinador del Tío Juan Cruz”, una fórmula de 
miel con propóleo y zumo de limón, que te quita los catarros en dos 
días.
Más en el centro, 
estaban las latas de conservas. Mejillones, sardinillas, atún, zamburiñas y 
doscientas mil cosas más. Y abajo, los cajones de las legumbres (lentejas, 
garbanzos, alubias, verdinas…). Todas a granel.
Turrones, frutas 
escarchadas, magdalenas y rosquillas te recibían al entrar por la puerta central 
(tenía tres puertas de muelle fácil, de las que chirrían al abrirse) y al lado 
de la caja de la derecha, frutos secos y patatas fritas. Patatas La Madrileña. La  
cantidad de sábados que nos hemos acercado a coger cuarto de patatas y unas 
latas de cerveza para hacer la caja de manera más 
distendida.
La parte de la 
derecha del negocio estaba dedicada a los dulces (caramelos, golosinas, etc), y a 
otras cosas. Y ahí es donde se me termina de caer el alma a los pies: en ese 
rincón era donde yo hice mis primeras compras. Ahí, con 6 ó 7 años,  me compré 
yo mis primeras canicas... Una pena.
Los centros 
comerciales, las grandes superficies y las compras on-line hacen que se vaya 
perdiendo el tejido comercial de los barrios. En Vallecas ya solo hay bares, 
casas de apuestas, farmacias, fruterías, compro oro y peluquerías/uñas. Tan solo 
sobrevivimos una tienda de ropa de trabajo, una papelería regentada por 
la mismísima 
Rosalía  de Castro (entras allí y todo es en blanco y negro, te 
lo juro) y el lugar donde habitan los números de tu Suerte, que por cierto, son 
estos
Víctor 
M. de Francisco.
Jo, 
qué penilla me 
da 
el post de hoy.

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