Chocolate.
Ayer 
escuché una historia en Facebook que me pareció 
curiosa:
Un día, una 
de las mujeres que compartía barracón con ellas (Helene) se puso de parto. 
Estaba tan delgada, que casi no se le notaba el embarazo. La madre de Francine 
se acercó a su hija y le dijo:
-         
¿Recuerdas los trozos de 
chocolate que traje para ti?
-         
Sí.
-         
¿Cómo te 
sientes?
-         
Bien 
mamá.
-         
Entonces, si tú me lo 
permites, le daré tu chocolate a Helene. Dar a luz aquí es muy duro. Puede 
morir. Y ese chocolate le puede ayudar.
-         
Claro 
mamá.
Helene no 
murió. Alumbró a un bebé minúsculo que no se atrevía ni a 
llorar.
Muchos años 
después, la hija de Francine le preguntó qué hubiera pasado si en aquella época 
los liberados de campos de concentración hubieran podido contar con psicólogos y 
con psiquiatras. La pregunta le hizo reflexionar hasta el punto de que decidió 
organizar una conferencia sobre el tema. A ella acudieron supervivientes (ya muy 
mayores), historiadores y muchos psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas, etc. 
Fue una gran reunión. Se extrajeron muy buenas 
ideas.
Y en un 
momento dado, una mujer subió al atril y dijo:
Vivo en 
Marsella, soy psicóloga y antes de dar mi discurso tengo algo para Francine 
Christophe. Entonces se metió la mano en el bolsillo y sacó un pedazo de 
chocolate, se lo entregó a la ya anciana mujer y le dijo “yo soy aquel bebé, 
muchas gracias”.
Os dejo la 
onza de chocolate de esta semana, que viene con un aporte energético de 162 
millones de euros, a ver si nos hace sentir mejor.
Moraleja: 
en esta vida siempre acabas recibiendo lo que das (a veces incluso mucho más). 
Vamos, que 
con lo que lleváis dado a La Presilla, os van a salir los billetes por las 
orejas.
Buen fin de 
semana. 
Un 
abrazo.
Víctor 
M. de Francisco
LA 
PRESILLA
El 
lugar en el que habitan 
los 
números de tu suerte.

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